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De esta ficción, que apenas ya me lo parecía, brotó en mi espíritu un sentimiento jamás experimentado por : algo de más fervoroso que la amistad; algo en que no entraba por nada el vehemente anhelo de los sentidos y algo que no era tampoco eso que llaman amor platónico y puro. Este sentimiento llegó a ser más puro y más grave que el amor platónico.

Su dulzura, cuando la mostrara, debía ser forzada; su ira, sincera: todo acusaba en él un carácter antes propio de la energía del luchar que para la complacencia del querer. Su alma, poseída de devoción sombría, debía sentir mejor el vehemente proselitismo de Pedro Arbúes que el dulce amor a Dios de Santa Teresa.

Gerif, que alcanzó en pie en sus años primeros el Señorío de la Alhambra, no podía separar de su memoria aquel esplendor pasado, como ni de su alma la afición más vehemente por su nación desgraciada, mirando gustoso por lo mismo las revueltas que tramaba su sobrino Muley.

El gesto de María de la Luz y la amenaza de cerrar la reja, hicieron que Rafael se mostrase menos vehemente, separando su cuerpo de los hierros. Güeno, como quieras, mal corazón. no sabes lo que es el querer y por eso pareces tan fría, tan tranquila, como si estuvieses en misa. ¿Que yo no te quiero?... ¡Chiquiyo! exclamó la muchacha.

¡Faltan más de seis días! exclamó con desaliento al oír las explicaciones de Ojeda . Hoy es domingo, y no llegaremos hasta el sábado próximo. ¡Qué largo!... Casi una semana para ver a mi John... Y con cierto sobresalto notó Fernando en sus palabras una gran sinceridad amorosa, un deseo vehemente de recién casada que vuelve al lado de su marido después de la primera ausencia.

Defendíase y alzaba el duque la voz como aquel a quien van faltando armas; respondíale Félix tranquilo, al parecer, pero en el fondo con interés vehemente, hasta que el duque, formulando torpe y rudamente su modo de pensar, exclamó: Quizá tenga usted razón.

Y como sus camaradas, especialmente los que le conocían poco tiempo, mostraban un vehemente deseo de saber por qué motivo era Eva la responsable de sus desgracias, el viejo empezó á contar á su modo la mala broma que la primera mujer se había permitido con los hombres.

Sus preocupaciones de horas antes por la falta de dinero parecían olvidadas, como si hubiese encontrado el medio de amansar á su acreedor ó de pagarle. Durante el almuerzo, tuvo Robledo que hablar mucho para responder á las preguntas de ella, satisfaciendo la vehemente curiosidad que parecían inspirarle todos los episodios de su vida.

Alzose un clamoreo, una aprobación ruidosa y vehemente, gritos agudos, voces humedecidas por el llanto, bendiciones casi inarticuladas; y al punto, dos o tres objetos más de escaso valor, una sortija de plata, un dedal de lo mismo, vinieron despedidos desde las mesas próximas, cayeron en el delantal y se mezclaron con la calderilla.

No hay cosa mas facil que conocer lo que puede la fantasía dominada de alguna vehemente pasion, y pudiera poner exemplos innumerables, discurriendo sobre cada una de las pasiones, porque el teatro del mundo ofrece cada dia con abundancia; pero no lo permite la brevedad de este escrito, y con los exemplos propuestos pueden los lectores atentos conocer semejantes cosas.