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Verdad que Madrid apenas tenía elementos de defensa contra esta invasión, porque las iglesias de esta villa, además de muy sucias, son verdaderos adefesios como arte. Así es que no podemos alzar mucho el gallo.

¡Tan desgraciado serías por haberme hecho baronesa! ¿Y no es, acaso por serlo por lo que tanto deseas que nos casemos? Aquí se detuvieron, espantados del cambio de sus fisonomías: Fortunato, rojo como un gallo, estaba á dos dedos de la apoplejía y Clementina, devorada por la bilis, parecía amenazada de ictericia.

Son las campanas de Nochebuena, que tocan a la misa del gallo. ¡Triste Nochebuena para ti, pobre hija mía! Se quedó un gran rato silencioso y con la mano de Elena entre la suya. Por fin, dijo con más fuerza: Desde que estás aquí, Elena, has sido mi alegría, la alegría de la casa... Quiero decírtelo hoy, como obsequio de Pascua... Es preciso que sepas que todos los días he bendecido tu presencia...

Sonó otro aullido, pero Jaime volvió a encogerse de hombros. Podía gritar lo que quisiera su desconocido retador... Pero ¡ay! ¡imposible leer! ¡inútil esforzarse por fingir tranquilidad!... Los aullidos repetíanse ahora rabiosamente, como los cacareos de un gallo furioso. Jaime creyó ver el cuello de aquel hombre, hinchado, enrojecido, con los tendones vibrantes por la cólera.

El dumago, ó sea una invocación á los antepasados, de tonos tristes y melancólicos, se canta con acompañamiento de guitarra; otras veces al canto acompaña el baile, llevando las bailarinas sobre la cabeza el tolodan, ó sea un plato grande de barro conteniendo un gallo desplumado y sin intestinos: este baile se verifica en medio de grandes fogatas que rodean á los bailarines.

El corral, cercado antes con podridos cañizos, tenía ahora paredes de estacas y barro, pintadas de blanco, sobre cuyos bordes correteaban las rubias gallinas y se inflamaba el gallo, irguiendo su cabeza purpúrea.... En la plazoleta, frente á la barraca, florecían macizos de dompedros y plantas trepadoras.

Confieso que á juzgar por su aspecto no hubiera esperado de él tanta entereza. Pues yo declaro que el aire de Burdeos ha trocado á mi compañero en gallo de pelea, porque jamás había salido del condado de Hanson joven más apacible y modesto que él. ¿, eh?

En Bulusan, como en la mayor parte de los pueblos playeros del estrecho hay no afición, sino fanatismo por el gallo y sus peleas, de las que dice un notable escritor. «En Filipinas la pasión por los juegos de gallos es un verdadero delirio, y ninguna ley puede hacer variar el número y duración de las riñas que producen tal carnicería en los combatientes que bien puede dársele el calificativo de inhumana.

La de Bringas hacía allí público alarde de su vestido mozambique y Cándida lucía el suyo de gro negro, único que conservaba en buen estado. Ocioso será decir que hallándose presente el Sr. de Pez, ningún otro mortal podía atreverse a levantar el gallo en una conversación de política o sobre cualquier asunto de sustancia.

Además, luego se irían a la misa del Gallo, y al volver se acostarían enseguida... Cogió un mantón y el picaporte, echó escaleras abajo, se metió en un tranvía y antes de una hora volvió trayendo en brazos a la niña dormidita y con una pelota entre las manos: la acostó en su cama y la durmió con un cantar.