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Aquí está la vaca, aquí el asado, aquí la cena del general Juan Claudio, y aquí el caldo para los heridos. ¡Ah! ¡Bien nos hemos movido! Lesselé y Katel pueden decirlo. Y aquí está la gran hornada que hemos hecho dijo la joven mostrando una larga hilera de panecillos dispuestos sobre la mesa . Mamá Lefèvre y yo hemos amasado. Hullin la oía presa del mayor asombro.

Por último, el anabaptista, sentado en el fondo del lavadero, en una silla de madera, con las piernas cruzadas, la mirada alta, el gorro de algodón echado hacia atrás y las manos metidas en los bolsillos del casacón, contemplaba aquella escena como si estuviera maravillado, y de vez en cuando decía en tono sentencioso: Lesselé, Katel, obedeced, hijas mías; que esto os sirva de enseñanza; aún no conocéis el mundo, y hay que andar más de prisa.

El señor Juan Claudio oyó la fresca voz de Luisa que daba órdenes en un tonillo decidido que le sorprendió: ¡Vamos, vamos, Katel! decía , acabemos pronto; la hora de cenar se acerca, y nuestras gentes deben tener apetito. ¡Sin tomar nada desde las seis de la mañana y batiéndose constantemente! No les hagamos esperar. ¡Pronto, pronto! Lesselé, muévase usted; traiga la sal, la pimienta...

Por su parte, Katel iba y venía muy sofocada, sin decir nada, y Lesselé, con aire pensativo, lo hacía todo con medida y compás.

, , hay que moverse decía Luisa . ¿Qué sería de nosotras, Dios mío, si tuviéramos que reflexionar semanas y meses para echar una cabeza de ajo en un guisado? Lesselé, usted que es más alta, alcánceme esa ristra de cebollas que está colgada del techo. Y la joven obedecía. Hullin no había experimentado en toda su vida mayor satisfacción.

Katel, Lesselé y Luisa entraron en seguida llevando una enorme sopera que humeaba y dos suculentos asados de vaca, que depositaron en la mesa. Todos se sentaron sin ceremonia, Materne a la derecha de Juan Claudio y Catalina Lefèvre a la izquierda.

Allí se encontraba la joven en plena actividad, yendo y viniendo de un lado a otro, probando las salsas con cierto airecillo de suficiencia, saboreando el caldo, aprobándolo o censurándolo todo. Otro poco de sal, otro de esto, otro de aquello decía la joven . Lesselé, ¿cuándo acabará usted de desplumar ese gallo? A ese paso no concluiremos nunca.