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Actualizado: 15 de julio de 2025
Siempre había en las cuadras caballos o mulas forasteras, masticando abundante pienso, y en los anchos salones se oía crujir incesante de botas altas, pisadas de fuertes zapatos, cuando no pateo de zuecos.
Pues bien; aquel día, a mediados del mes de diciembre de 1813, entre tres y cuatro de la tarde, Hullin, inclinado sobre su banco, terminaba un par de zuecos claveteados para el leñador Rochart. Luisa acababa de colocar una vasija de barro vidriado en la estufita que chisporroteaba y hacía cierto ruido triste, mientras que el viejo péndulo contaba los segundos con su tic-tac monótono.
Cuando un criado abrió la puerta de la casa que da a un patio abierto, se encontró cuatro cestitas de junco llenas de quesos, panecillos de manteca hechos en forma de zuecos y avellanas. Los pastorcillos que habían dejado allí aquellos regalos, se escondieron y pudieron oír también nuestras exclamaciones de asombro; misterio por misterio, ofrenda por ofrenda.
Los jóvenes se habían quitado las blusas; las mozas habían cambiado sus cofias y remangádose los delantales; todos conservaban puestos los zuecos los bots que dicen ellos sin duda para procurarse más aplomo y marcar mejor el compás de los saltos de la burda pantomima llamada la bourrée.
En invierno cae la nieve y aúllan los lobos en las inmediaciones de la rectoral; cuando Julián tiene que salir a las altas horas de la noche para llevar los sacramentos a algún moribundo, se ve obligado a cubrirse con coroza de paja y a calzar zuecos de palo; el sacristán va delante, alumbrando con un farol, y entre la oscuridad nocturna, las encinas parecen fantasmas....
-Eso no, Sancho -respondió Teresa-: casadla con su igual, que es lo más acertado; que si de los zuecos la sacáis a chapines, y de saya parda de catorceno a verdugado y saboyanas de seda, y de una Marica y un tú a una doña tal y señoría, no se ha de hallar la mochacha, y a cada paso ha de caer en mil faltas, descubriendo la hilaza de su tela basta y grosera.
Pues, ¿qué? ¿No se usan todavía en nuestra península almadreñas, zuecos, abarcas y las asquerosas alpargatas? ¡Qué poco dice esto en pro de la cultura de los españoles, y cuánto de su salvajismo!
Yo me proponía ir a Falsburg dentro de ocho días a comprar pieles de carnero para las guarniciones de los zuecos; pero iré mañana. En Falsburg, que es plaza fuerte y tiene administración de Correos, se deben saber noticias seguras... ¿Se convencerá usted con las que le traiga de allí? Sí.
Sobre el parapeto del camino real que cae al mar estaban siempre de codos algunos marineros, con gruesos zuecos de palo, faja de lana roja, gorro catalán; sus rostros curtidos, su sotabarba poblada y recia, su mirar franco, decían a las claras la libertad y rudeza de la existencia marítima; a pocos pasos de este grupo, que rara vez faltaba de allí, se instalaba, en la confluencia de la alameda y la cuesta, el mercadillo: cestas de marchitas verduras, pescados, mariscos; pero nunca aves ni frutas de mérito.
¡Con tal que los zuecos estén en su lugar! Es su mayor preocupación. Ahí están. Los ata por sobre los zapatos de baile y se envuelve en su gran chal. Siente afuera redoblar la violencia de la lluvia.
Palabra del Dia
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