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La guerra añadía Asensio, metiendo la cucharada es cosa nada bueno. Al día siguiente, por la noche, iba a acostarse Martín, cuando la posadera le llamó y le entregó una carta, que decía: «Preséntese usted mañana de madrugada en la ermita del Puy, en donde se le devolverán las letras ya firmadas. El General en JefeDebajo había una firma ilegible.

Unos tomaban un lápiz y dibujaban; otros pintaban a la sepia algunos paisajes de los alrededores, y Enrique, por complacer a una niña que tenía al lado, esculpía, valiéndose para ello de un cortaplumas inglés, un pedazo de madera, al cual iba dando la forma de una ermita, labor que ejecutan con éxito los pastores de los Alpes o de los Pirineos.

Y si supiera quién era yo le hiciera una sátira con tales coplas que le pesara a él y a todos cuantos las vieran de verlas. ¡Miren qué bien le estaría a un hombre lampiño como yo la ermita! ¡O a un hombre vinajeroso y sacristando ser mozo de mulas! Ea, señor, que son grandes pesadumbres esas. -Ya le he dicho a V. Md. -repliqué- que son burlas, y que las oiga como tales.

El tío Traga-santos se subió á su ermita y se puso á orar al Santo, incurriendo en la tontería de no pedirle misericordia por lo malo del manifiesto, porque suponía que habiendo sido el Santo un sencillo y rústico labrador, no entendía de esas cosas.

Encontrándonos en esta conversación, fué á hacernos compañía un honrado comerciante español, casado con hija del país y radicado en aquel pueblo. Enterado de nuestra conversación nos dijo, que él sabía de un viejo de ciento dieciocho años, que se le conocía con el nombre del matandá de la ermita, el cual, hacía tiempo vivía en el barrio de Cotta, distante dos leguas de Tayabas.

Venid acá, venid a mis brazos, esperanza del mundo exclamó D. Paco, loco de contento . ¡Si supiera usted cómo está mamá!... ¡Buen susto nos ha dado el picaroncillo!... ¿Pero qué ha sido eso, niño? ¿Estaba usía prisionero? Me cogieron prisionero junto a la ermita dijo D. Diego . ¿Pero estás vivo, Gabriel? ¿Y también, Marijuán?

Después de la anterior manifestación de mi amigo, continuamos el paseo sin hablar más acerca de la ermita y el cocal de las Angustias. Volvimos al pueblo, y al día siguiente muy de madrugada me encaminé á la ermita, encontrando en ella á un matrimonio indio que la cuidaba. Abre dije en tagalo á la mujer que se había adelantado á mi llegada.

Leonora se fijaba en él: le examinaba a la luz de la lámpara de la habitación, como si buscase la diferencia con aquel otro muchacho que había conocido en el paseo a la ermita. La vieja, reanimada por la presencia de los dos hombres, se enteraba del peligro. Ya no subía el agua; hasta podía afirmarse que comenzaba a descender lentamente.

Un camino en cuesta baja de la Ciudadela pasa por encima del cementerio y atraviesa el portal de Francia. Este camino, en la parte alta, tiene a los lados varias cruces de piedra, que terminan en una ermita y por la parte baja, después de entrar en la ciudad, se convierte en calle.

Con este empeño de adelantamientos, como el sonido de las campanas le fastidia, hace que el diablo queme la cabaña de Baucis y Filemon, emblema de la vida antigua, y queme además la ermita, que estaba al lado y donde sonaban las campanas; esto es, acaba con la religión, en nombre de lo cómodo y progresivo.