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Actualizado: 26 de junio de 2025
-No me puedo detener, señor -respondió el hombre-, porque las armas que veis que aquí llevo han de servir mañana; y así, me es forzoso el no detenerme, y a Dios. Pero si quisiéredes saber para qué las llevo, en la venta que está más arriba de la ermita pienso alojar esta noche; y si es que hacéis este mesmo camino, allí me hallaréis, donde os contaré maravillas. Y a Dios otra vez.
La hicieron en una ermita, después de elegido el obispo don Bernardo, y yo la he visto con mis pecadores ojos en el Archivo: un pergamino con letras góticas, que figura a la cabeza de los Privilegios de esta Santa Iglesia.
He dicho que la intercesión de Traga-santos había mediado también en la obtención de estos beneficios, y esto necesita explicarse. Así, pues, los que llegaban á la ermita para solicitar algún beneficio, lo primero que hacían era dirigirse á Traga-santos diciéndole: Tío Traga-santos, yo necesito esto, ó lo otro, ó lo de más allá.
Es una imágen de Nuestra Señora, que tomó el nombre de una villa del reino de Portugal, de donde se supone que la trajo á la Sierra á principios del décimosexto siglo un pastor de vacas llamado Hernando. Manifiestas desde luego en su humilde ermita de la montaña las grandes maravillas obradas por su intercesion, cundió rápidamente su fama por toda la provincia: el obispo D. Fr.
No conozco la leyenda, solo sé que el producto del cocal se emplea en beneficio de la ermita, y que de cuando en cuando se extrae cantidad bastante de aceite para que una lámpara continuamente alumbre á la sublime madre del dolor. ¿Y nada más sabes? repliqué con creciente impaciencia.
Y allí estaba Visanteta, la pobre enferma, sentada en la puerta de la ermita mirando fijamente su delantal, como hipnotizada por el brillo del puñado de plata; duros, pesetas dobles y sencillas, monedas de cincuenta céntimos; todo el contenido del bolso; hasta un botón de oro que debía ser de algún guante. Rafael participaba del asombro. ¿Pero quién era aquella mujer?
Maestro y discípulo llegaron hasta la esquina nordeste de la muralla y doblaron en dirección al mediodía. Abajo, hacia la derecha, entre los obscuros peñascos, el agua del Adaja despedía un resplandor de oro ígneo. Las iglesias habían concluido de tocar las oraciones, y la próxima campana de la ermita de San Segundo conservaba todavía un zumbido soñoliento.
En las presentes coplas se trata como una hermosa doncella, andando perdida por una montaña, encontró un pastor, el cual vista su gentileza se enamoró de ella, y con sus pastoriles razones la requirió de amores, á cuya recuesta ella no quiso consentir, y después viene un salvaje á ellos, y todos tres se conciertan de ir á una ermita que allí cerca estaba á hacer oración á Nuestra Señora.
El tío Traga-santos fué oyendo á unos y á otros, y como no tenía cara para negar nada á nadie, y de unos y otros había recibido limosna para reedificar la ermita de San Isidro, fué diciendo á todos amén, imitando al devoto del cuento del señor Cura, pidiendo al Santo que hiciera lo que le diese la gana: creyó haber encontrado, en lo posible, aquel medio, que consistía en pedir á San Isidro que no lloviese tanto como querían los de Barbaruelo ni tan poco como querían los de Cabezudo y los de Animalejos.
Antes de que nos diéramos cuenta estábamos a salvo; Machín y su criado bajaron las velas y nosotros remolcamos la goleta. Salimos al muelle. En aquel momento los chicos de la escuela volvían de rezar de la ermita por nosotros y nos contemplaban con admiración. Machín sabía que entre los pescadores era odiado, y no quiso presentarse como nuestro salvador. El y su criado se retiraron.
Palabra del Dia
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