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Iba por aquel tiempo con Pepe a todas partes, y venía mucho a comer con nosotros, un amigote sayo que entre burlas y veras, pero poniéndose muy serio solía decirme: «¡Ay, Enriqueta, si yo tuviese fortuna, qué vida tan distinta haría ustedYo nunca le contestaba... Era uno de esos hombres a quienes se siente no haber conocido antes... La imagen de la dicha que llega tarde.

Los tiernos esposos recibieron la bendición nupcial en la hermosa iglesia de San Cayetano, que hace esquina a la calle del Oso, y el encargado de darla fue el Padre Carantoña, de la orden dominica, grande amigote del desposado.

Va una dama con gran fuero, Y gran pompa y grande brillo, Siguiéndola un carnerillo Que es animal muy casero. Con su manojo de parras Iba el animal ufano, Cuando llega un Don Fulano Que es amigote de marras, ¿Y su esposo? dice luego. Detrás viene, dice ella ... ¡Oh prodigio de la estrella! Detrás marchaba un borrego. A lo léjos, muy á lo léjos, apareció una víctima. Era el marido. A última hora.

Yo no pertenezco a su gloriosa clase; soy ave de corral tranquila y bien cebada, y no me arrepiento de ello cuando veo a mi antiguo camarada Fernando Salvatierra, el amigote de tu padre, vestido de invierno en el verano, y de verano en invierno, comiendo pan y queso, con una celda reservada en todos las cárceles de la Península y molestado a cada paso por la vigilancia... Muy bonito; los periódicos publican el nombre del héroe, tal vez la historia llegue a hablar de él, pero yo prefiero mi mesa en el escritorio, mi sillón, que me hace pensar en los canónigos reunidos en el coro, y la generosidad de don Pablo, que es espléndido como un príncipe con los que saben llevarle el aire.

Y fue detrás de él, porque siempre que los dos amigos se encerraban, hacía ella los imposibles por oír lo que decían, poniendo su orejita rosada en el resquicio de la mal cerrada puerta. Jacinto esperó en el gabinete, y su tocaya entró a anunciarle. «Pero qué, ¿ha venido ya ese pelagatos?». ... resalao... aquí estoy. Pasa, danzante... ¡Dichosos los ojos... El amigote entró.

Allí donde se reunía la gente sonaba la guitarra, soltándose cada seguidilla y cada martinete que a Dios le temblaban la carne de gusto... Si entonces hubiese aparecido Fernando Salvatierra, el amigote de tu padre, con todas esas cosas de pobres y ricos, de repartos de tierras y rivoluciones, le habrían ofrecido una caña y le hubieran dicho: «Siéntese su mercé en el corro, camará; beba, cante, eche un baile con las mocitas si en ello tiene gusto y no se haga mala sangre pensando en nuestra vida, que no es de las peores»... Pero los ingleses apenas nos beben: el dinero entra con menos frecuencia en Jerez, y se oculta de tal modo el condenado, que nadie lo ve.

Como no conocíamos por experiencia el tipo yankee de buena calidad, nuestro amigo improvisado nos parecia por lo ménos muy singular, y aunque no nos ocurrió ningún pensamiento de desconfianza ofensiva, no obstante que sabíamos que en los ferrocarriles, los hoteles y los teatros de Europa es muy fácil dar con insignes caballeros de industria, no podiamos explicarnos la excesiva obsequiosidad de nuestro desconocido amigote, inmerecida de nuestra parte, sino suponiendo en él un carácter excéntrico en notable grado.

Serían borrachos, que, después de pasar la noche en claro, en un arranque de embriaguez llorona no querían meterse en la cama sin visitar algún amigote enfermo. ¡Cómo le estarían poniendo los asientos! La tartana pasaba lenta y perezosa por entre el movimiento matinal.

No deseaba éste otra cosa. Media hora después, limpiándose el sudor con su pañuelo de percal aplomado, hacía don Silvestre en casa de su amigote un resumen exacto de los acontecimientos de su primera salida por las calles de la corte.

Desde que la muchacha le había confesado su afecto, no podía contemplarla con la misma frialdad que cuando sólo era la hija de su amigote el Mosco y comía él las famosas cachuelas sin fijarse en sus miradas. El recuerdo de su buena suerte, del libro encargado por el marqués de Jiménez, que le parecía el primer anuncio de la riqueza, le devolvió su aplomo de hombre superior.