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Al lado del joven daba salida el albañil a su lenta verbosidad, con voz bronca y monótona. No podía hablar con los compañeros de trabajo; estaba en desacuerdo con ellos; le insultaban por reaccionario, por borrego, echándole en cara sus tiempos de guardia civil.

Saluda a tu tío, mujer... no te hagas la disimulada profirió Tomás en tono de zumba, que rebosaba de alegría. La joven quedó inmóvil y sorprendida. ¡Vamos, picarona dijo el padre sacudiéndola rudamente por el hombro, que buen pájaro has atrapado! ¡Yo! ¡, !... Ahí tienes a tu tío, que ya se entregó como un borrego... ¿Qué mil diablos le has dado a comer para sujetarle así por las orejas?

Bien quisiera yo hablar aquí del movimiento intelectual de Málaga, en el día de hoy; de Málaga, de donde nos han venido a Madrid periodistas tan infatigables como D. Andrés Borrego; tan eminentes hombres de Estado como Cánovas, y los más notables iniciadores y promovedores del género andaluz como Estébanez Calderón y D. Tomás Rodríguez Rubí.

eres un sabio, Isidro decía ; tu raciocinas, y por eso puedes comprenderme y hacerme justicia más que esos animales... ¿Y qué es lo que digo yo para que me llamen borrego? Que esto de que el pobre se ponga sobre el rico o a un igual suyo, y que el criado se monte sobre el amo, no pue ser. Que siempre ha habido unos con dinero y otros sin él, y siempre será así.

Tanto me habían hablado de la maldad de los chicos, que fuí a la escuela como un borrego que llevan al matadero. Yo estaba dispuesto a luchar, como Martín Pérez de Irizar, contra cualquier Juan Florin que me atacase, aunque mis fuerzas no eran muchas. Al principio me puso el maestro entre los últimos, lo que me avergonzó bastante; pero pasé pronto al grupo de los de mi edad.

La llamaban doña María de las Nieves, y era una de las figuras más notables que presenta Madrid en la variadísima serie de los tipos de café. Iba algunas veces sola, otras con una mujer de mantón borrego que parecía verdulera acomodada.

De común acuerdo, las operarias detestaban a Olózaga, llamándole «el viejo del borrego» porque andaba el muy indino buscando un rey que no nos hacía maldita la falta... sólo por cogerse él para embajadas y otras prebendas; hablar de González Bravo era promover un motín; con Prim estaban a mal, porque se inclinaba a la forma monárquica; a Serrano había que darle de codo; era un ambicioso hipócrita, muy capaz, si pudiese, de hacerse rey o emperador, cuando menos.

Va una dama con gran fuero, Y gran pompa y grande brillo, Siguiéndola un carnerillo Que es animal muy casero. Con su manojo de parras Iba el animal ufano, Cuando llega un Don Fulano Que es amigote de marras, ¿Y su esposo? dice luego. Detrás viene, dice ella ... ¡Oh prodigio de la estrella! Detrás marchaba un borrego. A lo léjos, muy á lo léjos, apareció una víctima. Era el marido. A última hora.

Lo fue siempre, bien me acuerdo. Pues así acabó. ¿Ha muerto? Valiérale más. Se casó, siendo una criatura, con una huérfana insípida, educada entre monjas. Me acuerdo también de ello... Decían que era muy rica. Y lo decían con razón. ¡Pues esa fue la madre del borrego! Un casamiento de conveniencia... para él, que ya tenía una mina de oro solamente en lo heredado de su padre.

Sus camaradas le llamaban borrego por la servil paciencia con que aceptaba todas las injusticias y durezas del trabajo, y sin embargo, sonreía como un verdugo al desear las matanzas en masa, las cacerías de hombres, siempre que se verificasen al amparo de la ley, por ejecutores uniformados.