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Actualizado: 10 de junio de 2025
Si era serio y melancólico, es porque iba para sabio, y en el casino del partido les decía a los correligionarios: Ya veréis lo que es bueno, así que Rafaelito sea hombre. Ese va a ser un Cánovas.
Alborotóse el Gobierno, reunióse al punto Consejo extraordinario en el ministerio de la Guerra y tomóse por primera providencia la de echar el guante al señor Cánovas del Castillo y a otros muchos personajes de cuenta, entre los que se contaban el señor Pulido, el joven Telémaco y el respetable Mentor.
Con esto no probará sino una cosa: que si los cubanos toman muy á pecho su desgobierno, no deben separarse de España, sino separarse de ellos mismos y ser otros de los que son, y convertirse, por ejemplo, en yankees. ¿En una nación tan democrática como es y ha sido siempre la nuestra, qué diferencia puede haber ni hubo nunca entre un español de Cuba ó un español, v. gr., de Málaga, de Loja ó de Logroño? ¿Los que alternan, en España, en el poder, con turno más ó menos pacifico, los Narváez, los Cánovas y los Sagastas, ¿no pudieron ser cubanos? ¿Qué inferioridad hemos supuesto nunca, ni por ley ni por costumbre, que exista entre un español de por acá y un español de por allá?
Don José salió, al parecer con otra esquela o recadito verbal, aunque es más probable que llevara lo primero, y al salir habló a Miquis del tiempo, de política, de Cánovas y de que las tropelías de los ingleses en el campo de Gibraltar daban motivo a España para exigir de Albión que nos devolviera aquel pedazo de nuestro territorio.
¿Y qué más da que vayan o no a casa de Cánovas? Nada, nada... la cosa no tiene malicia. Flojilla cosa es... ¿De qué pan hago las migas, compadre? Del tuyo que con el viento no se oye. Después se permitió echarse a reír, cosa en él extrañísima y desusada. «Este D. Basilio...». Amigo manifestó Feijoo con su franqueza habitual . Confiese usted que la noticia que nos ha traído podría ser una sandez.
Nosotros, los españoles, desde hace años pecamos de desconfiados y formamos de nosotros mismos muy pobre concepto. Pensamos y decimos sin ironía ni broma algo parecido á lo que por chiste oí yo decir una vez al Sr. D. Antonio Cánovas con general regocijo de cuantos le escuchaban. Decía que él se había venido de Málaga huyendo porque allí todos le engañaban ó trataban de engañarle.
Así como, si a Sagasta o a Cánovas, caídos los llamase la Reina al amanecer, poco más para formar Ministerio, a ellos no se les ocurriría preguntarle por qué tanto madrugar, sino formar ministerio cuanto antes: así, D. Basilio, de quien hacía meses que su doña Emma estaba olvidada, se abstuvo de inquirir por qué tal apuro en llamarle, y entró de lleno en el fondo de la cuestión desde el primer momento.
Y dando una gran palmada con su mano de Esaú, extendida sobre los papeles que tenía delante, dijo solemnemente, con cierto aire de reserva dignísima que indicó al señor Pulido que tras el biombo de la mesa estaba el biombo de las cejas del diplomático, custodiando dentro de su frente arcanos misteriosos que a él no le era dado penetrar: Mira, Pulidito, dejemos ya eso... Los secretos míos puedo confiarlos a un amigo; los ajenos, jamás... Para tu tranquilidad y tu gobierno, te diré, sin embargo, dos cosas... Primera, que anoche estuvo Antonio Cánovas conferenciando conmigo en esa misma silla en que estás sentado, hasta las cuatro de la mañana...
No estaba contento ni mucho menos con esto del orgulloso Rubín, y se quejaba de que una amistad sagrada le hubiera puesto en el compromiso de aceptar el turrón alfonsino. Por supuesto que la situación no duraba ni podía durar. Cánovas no sabía por dónde andaba.
Y como era muy escamón, se puso a cavilar entonces, sobre si el no entender aquello, sería culpa de su ignorancia, o si sería, según frase de Cánovas, que hasta aquel lugar había llegado, porque su hijo era un tonto adulterado por el estudio o si sería porque no había habido tal estudio ni tal adulteración, sino porque el chico había estudiado poquísimo y para disimularlo, había llenado su discurso de frases huecas, fiado en su audacia y en la simplicidad de muchas personas que lo que no entienden es lo que más admiran.
Palabra del Dia
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