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Actualizado: 15 de junio de 2025
En efecto: había existido años atrás una señora muy linajuda, llamada Doña Guillermina Pacheco, corazón hermoso, espíritu grande, la cual andaba por el mundo repartiendo los dones de la caridad, y vestía humilde traje, sin faltar a la decencia, revelando en su modestia soberana la clase a que pertenecía. Aquella dignísima señora ya no vivía.
¡Ay, señor mío, quítese de ahí; no haga eso -respondió Teresa-, que yo no soy nada palaciega, sino una pobre labradora, hija de un estripaterrones y mujer de un escudero andante, y no de gobernador alguno! -Vuesa merced -respondió el paje- es mujer dignísima de un gobernador archidignísimo; y, para prueba desta verdad, reciba vuesa merced esta carta y este presente.
Era necesario barrer para adentro, conciliar todas las voluntades, ahuyentar todos los escrúpulos, ahondar en cualquier rincón en que pudiera encontrarse un ochavo, escarbar en todo muladar en que pudiera hallarse un pelotón de hilas sucias, agotar todos los recursos de fiestas, bailes, toros, beneficios, francachelas y festivales, con que la caridad moderna ha encontrado el secreto de enjugar las lágrimas, al mismo tiempo que ensancha los corazones, refocila los estómagos y estira las piernas... ¡Socorrer a los heridos del Norte!... ¡Qué anzuelo tan a propósito para pescar desde las carlistas más recalcitrantes hasta las liberales más radicales!... Por eso había pensado él, para dar aquel barrido general y definitivo, en un gran baile, una fiesta sonada y famosísima, de ancha base, que debía dar la mona Jenny, Curra, convidando a todo el Madrid explotable, desde la presidenta consorte del comité carlista, hasta la ministra cesante, esposa dignísima del excelentísimo señor don Juan Antonio Martínez... Y allí, al calorcillo del champagne, que ablanda los corazones compasivos, bajo la influencia de las vanidades estimuladas que excitan el deseo de figurar, tender la red de la caridad, echar el anzuelo de los infelices heridos del Norte y pescar de una sola redada entre las mallas de la asociación de señoras a todo el Madrid femenino capaz de soltar la mosca... Celebraríase luego una junta general preparatoria en casa de Butrón mismo, presidida por Genoveva, y en ella había de presentarse y aprobarse por sorpresa la candidatura de una junta directiva, preparada ya antes, en que entrasen todos los elementos tan hábilmente combinados; que el partido restaurador tuviese mayoría y pudiera Butrón, entre bastidores, manejar a la Junta y a la Asociación entera con la misma facilidad con que se maneja el manubrio de un organillo.
Y dando una gran palmada con su mano de Esaú, extendida sobre los papeles que tenía delante, dijo solemnemente, con cierto aire de reserva dignísima que indicó al señor Pulido que tras el biombo de la mesa estaba el biombo de las cejas del diplomático, custodiando dentro de su frente arcanos misteriosos que a él no le era dado penetrar: Mira, Pulidito, dejemos ya eso... Los secretos míos puedo confiarlos a un amigo; los ajenos, jamás... Para tu tranquilidad y tu gobierno, te diré, sin embargo, dos cosas... Primera, que anoche estuvo Antonio Cánovas conferenciando conmigo en esa misma silla en que estás sentado, hasta las cuatro de la mañana...
No es esta señora mi mujer replicó el de Boteros algo amostazado , aunque sí lo fuera nada tendría de particular.... Esta casa, no es mi casa, es de un amigo que está ausente, es del esposo de esa dignísima señora, ¿entiende usted?... Vamos a otra cosa.... Podrían verlo a usted desde el tejado, si a los sicarios se les antoja subir para que no queden vivos ni los gatos.... ¡qué horrible día, Virgen del Sagrario!... Bajemos, señor subdiácono....
Puede ser que el Señor le reserve aquí en la tierra algo de lo que, por no tener otra palabra, llamamos felicidades; usted será esposa de algún hombre honrado, madre de familia, dignísima abuela...». Acababa de liar un cigarrillo, y con mucha finura dijo así: «¿Le molesta a usted el humo del tabaco? ¡Oh! no, señor; no, señor.
La persona a quien se encomienda, si es cierto lo que usted me dice, me parece dignísima y me lleva, entre otras muchas ventajas, la de la antigüedad. Pero sobre todo, aunque en efecto se cometiera conmigo una injusticia, ¿a qué viene esa alteración? ¿A qué vienen esos insultos a personas respetables por cuya cabeza no habrá pasado la idea de hacerme daño alguno?
En 1848, se ha redactado una nueva constitución mas conforme con el estado actual de la Suiza, y mas beneficiosa para su organizacion política . El principal redactor de esta constitución, que fué presidente de la Asamblea en 1848, es el coronel Ochsenbein, persona dignísima y de eminentes cualidades, y á la cual he tenido el gusto de conocer y tratar.
Buena gente, eso sí, muy respetable, digna, dignísima; pero, hijita, están siempre esperando que vayan a buscarlos con palio a su casa y que les lleven la presidencia en una bandeja de plata. En política hay que moverse dice la de Esquilón ; si no, no se saca nada. ¡Claro! asiente Petrona.
Palabra del Dia
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