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Actualizado: 2 de junio de 2025


A ti te pasan cosillas muy curiosas, picarona, y todas me las vas a decir, todas. Verás como no te pesa; verás como soy un buen confesor. La Nela sonrió con tristeza. Después bajó la cabeza, y doblándose sus piernas, cayó de rodillas. No, tonta, así estás mal.

BEAUVALLON. ¡Ah, picarona...! ¡Estás todavía más bonita que el invierno pasado...! ¡Y con tu físico, con tu inteligencia y con tu hermosura tuviste valor para abandonar el teatro...!

Muriósele á una casada Su marido, y no quedó Muy triste, pues le envolvió, Como si fuera pescada, 480 En un pedazo de anjeo; Y sin que cumpliese manda, Con largas tocas de Holanda Salió vertiendo poleo En un reverendo coche. 485 Pero el muerto, mal contento, Del sepulcro á su aposento Se trasladó aquella noche, Y díjole: «¡Vos Holanda, Y yo anjeo, picarona! 490 ¿No mereció mi persona Una sábana más blandaEsto diciendo, el difunto En las tocas se envolvió, Y el anjeo le dejó: 495 Ocasión desde aquel punto Con que sin tocas las veo; Y cuerdo temor ha sido, Porque no vuelva el marido Á dejarlas el anjeo. 500

: parecía una buena persona. ¿Pero á qué quiere volver aquí? Usted bien se lo malicia. ¡Ah, qué picarona es usted! En aquel momento sonaron en el bolsillo de Pascuala las pesetas que el militar le había dado. Después se sintieron pasos en la escalera y sonó muy débilmente la campanilla. Es él dijo la alcarreña.

Goro quería llevarla al juzgado y que pagase el daño, pero yo conseguí calmarlo y que la perdonase porque me daba lástima... Pues en vez de agradecerlo la picarona el otro día en la fuente me tiró unas indirectas tan picantes... ¡Qué indirectas, hija mía!... Que si yo era una holgazana, una comedora, que hacía trabajar á mi marido como á un burro, que echaba sobre ti el peso de la casa... que os mataba de hambre mientras yo me comía á solas magras de jamón y torta... ¡No cómo me contuve y no la arranqué los pocos pelos que tiene en el moño!

Su hermana, en vez de enojarse con los culpables, la emprende con ella llena de furor, vibrando rayos por los ojos. ¡Bájate, picarona! ¡Escandalosa! ¿Es ésa la educación que has aprendido de tus padres? ¿Es eso lo que te aconseja el confesor? Nuncita, aterrada, empieza a hacer pucheros y suelta la llave de las lágrimas.

El licor brillaba con reflejos de topacio engastado en oro. «¡Cómo lo miras, bribona! pensó la escéptica y observadora doña Lupe . Esa es la Eucaristía que a ti te gusta, el Pajarete...». Y viéndoselo tomar, decía la muy picarona: «Eso, saboréate bien, y relámete. No lo hacías así cuando recibías a Dios...».

Lo desató, extrajo el aire y anudándolo otra vez y lavándose después los ojos para borrar las huellas del llanto, emprendió la vuelta de su casa. Ya estaba en pie Felicia cuando llegó á ella. ¿Por qué no me has llamado como siempre, picarona? le preguntó, dándole una palmadita cariñosa en la mejilla.

Hay que advertir que algunas de ellas la tuteaban por haberse conocido de niñas. Es muy frecuente en los pueblos. Señorita, en estas sábanas tan finas se va usted a resbalar. No será ella sola la que resbale. ¿Verdad, Cecilia? ¡Anda, picarona, que buen mozo te llevas! No lo llevará tan guapo Venturita. ¡Quién sabe! replicaba ésta.

Dios me perdone esta barbaridad que voy a decir: creo que con la justiciada de ayer, esa picarona ha redimido parte de sus culpas. Ella será todo lo mala que se quiera; pero valiente lo es. Todas deberíamos hacer lo mismo».

Palabra del Dia

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