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Actualizado: 28 de junio de 2025
Como si hubiera comprendido mi intención, el infeliz levantó bruscamente la cabeza, y clavando la vista en mis ojos, me dijo con voz sorda: Míreme bien, amigo, y si oye usted decir algún día que ha ocurrido una desgracia en Beaucaire, podrá usted afirmar que conoce al autor de ella. Su rostro estaba apagado y triste, con ojos pequeños y mustios.
En el inmenso círculo del horizonte no se ve más que agua ó tierras arrastradas por el río y depositadas en capas por partículas sucesivas; sólo al Este se distinguen algunas cimas rocosas de los montes Alpinos, azules como el cielo, y hacia el Norte aparecen vagamente las cimas cónicas de Beaucaire, al pie de las cuales empieza el antiguo golfo marino que los arrastres del río han llenado poco á poco.
El pueblo llama á estas figuras Los Hijos del Vecino ó Las Mamelinas. Me han hablado también de otra máquina semejante, que se pasea por las calles y se llama La Tarasca. Este nombre, según se dice, proviene de un bosque que existía antiguamente en la Provenza, en el lugar en donde yace Tarascón ó Beaucaire, frente al Ródano.
Es necesario creer que esta frase tendría una intención muy cómica, puesto que en la baca todo el mundo se rió a carcajadas. El amolador no se reía. Al ver esto, el tahonero dirigiose a mí. ¿No conoce usted, caballero, a la mujer del amolador? ¡Vaya con la picaruela de la feligresa! En Beaucaire no existen dos como ella. Redobláronse las risas.
Debe también decirse que la amoladora es extraordinariamente guapa... un verdadero bocado de cardenal, pizpireta, muy mona, bien formada y además tiene la piel muy blanca y los ojos de color de avellana que siempre miran a los hombres riéndose. ¡Si por casualidad, querido parisiense, llega usted alguna vez a pasar por Beaucaire!...
En el mismo día de mi llegada aquí, había tomado la diligencia de Beaucaire, una gran carraca vieja y destartalada que no necesita recorrer mucho camino para regresar a casa, pero que se pasea con lentitud a todo lo largo de la carretera para hacerse, por la noche, la ilusión de que viene de muy lejos. Íbamos cinco en la baca, además del conductor.
El camargués refería que regresaba de Nimes, citado por el juez de instrucción con motivo de un garrotazo que había dado a un pastor. En Camargue tienen sangre viva. ¿Pues y en Beaucaire? ¿No pretendían degollarse nuestros dos boquereuses a propósito de la Virgen Santísima?
Palabra del Dia
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