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Actualizado: 5 de junio de 2025


Este diminutivo en los labios de su prometida hacía daño a Tristán. Había estado muchas veces a punto de decírselo; pero sólo ahora a impulsos del desabrimiento que experimentaba se arrojó a hacerlo. ¿Por qué le llamas Nanín? le dijo con aspereza en voz baja. Llámale marqués o Fernando, pues que no es tu pariente ni tu amigo íntimo.

¡Echado! ¿Y quién es él para echarte? exclamó con ímpetu el ama. a llamarle. Es menester que yo caliente las orejas, lo mismo a ese necio que a Juanito. ¡Si nos descuidamos van a mandar en esta casa los criados más que los amos! Señora ... yo no me atrevo. ¿Quiere que le envíe recado por Fernando? Haz lo que quieras, pero llámale.

Ponte, Leonela, a esa ventana y llámale, que, sin duda alguna, él debe de estar en la calle, esperando poner en efeto su mala intención. Pero primero se pondrá la cruel cuanto honrada mía. »¡Ay, señora mía! -respondió la sagaz y advertida Leonela-, y ¿qué es lo que quieres hacer con esta daga? ¿Quieres por ventura quitarte la vida o quitársela a Lotario?

Llámale, acaba, que todo el tiempo que tardo en tomar la debida venganza de mi agravio parece que ofendo a la lealtad que a mi esposo debo.

Sucedió, pues, uno de los primeros que hubo escuela por Navidad, que viniendo por la calle un hombre que se llamaba Poncio de Aguirre, el cual tenía fama de confeso, que el don Dieguito me dijo: -Hola, llámale Poncio Pilato y echa a correr. Yo, por darle gusto a mi amigo, llaméle Poncio Pilato.

Tiene razón el buen hombre exclamó á poco rato el bonachón madrileño. El infeliz no tendrá, tal vez, comida para mañana; y de él no ha salido la idea de hacerme reo de semejante delito.... Llámale, Silvestre, que voy á gratificarle.... No te apures, hombre de Dios; yo los conozco mejor que ... y no son tan suaves como aparentan.

La Gaceta de Rosas, tan pródiga en calumnias y difamaciones, no acierta a injuriarlo con provecho, descubriendo a cada paso el respeto que a sus detractores inspira; llámale manco boleado, castrado, porque siempre ha de haber una brutalidad y una torpeza mezclada con los gritos sangrientos del caribe.

Oye: procura buscar un retiro á propósito; el lujo, las pinturas, los perfumes, todo esto favorece á una mujer y la hace más hermosa, cuando es tan hermosa como ; vístete, además, como te vistes cuando quieres que el público te aplauda sólo al verte: los hombros desnudos, los brazos desnudos; perlas en el cuello; diamantes en los brazos, y en la cabeza flores; una corona de flores es lo mejor que puede llevar una mujer hermosa; allí, en aquel hermoso gabinete, más hermosa por tu atavío, una cena exquisita; vinos... pero no bebas... no bebas... conténtate con arrojar sobre él la doble embriaguez de tu hermosura y de licores... y en medio de todo esto... desespérale, irrítale, háblale continuamente de su mujer... llámale tu hermano... llegará un día en que no podrá sufrir más, un día en que, loco, no podrá negarte nada... en que podrás dictarle condiciones.

Aquí nadie sabe escribir; nadie escribe: todo eso es porquería. Como si de coro supiera cuantos libros buenos corren impresos. Por allá cruza un periodista... Llámale, grítale: ¡Don Fulano! ¡Ese periódico, hombre, mire usted que todos hablan de él de una manera!...

Sucedió, pues, uno de los primeros que hubo escuela por Navidad, que viniendo por la calle un hombre que se llamaba Poncio de Aguirre, el cual tenía fama de confeso, que el don Dieguito me dijo: "Hola, llámale Poncio Pilato, y he a correr." Yo, por darle gusto a mi amigo, llámele Poncio Pilato.

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