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Actualizado: 9 de junio de 2025


Oye: procura buscar un retiro á propósito; el lujo, las pinturas, los perfumes, todo esto favorece á una mujer y la hace más hermosa, cuando es tan hermosa como ; vístete, además, como te vistes cuando quieres que el público te aplauda sólo al verte: los hombros desnudos, los brazos desnudos; perlas en el cuello; diamantes en los brazos, y en la cabeza flores; una corona de flores es lo mejor que puede llevar una mujer hermosa; allí, en aquel hermoso gabinete, más hermosa por tu atavío, una cena exquisita; vinos... pero no bebas... no bebas... conténtate con arrojar sobre él la doble embriaguez de tu hermosura y de licores... y en medio de todo esto... desespérale, irrítale, háblale continuamente de su mujer... llámale tu hermano... llegará un día en que no podrá sufrir más, un día en que, loco, no podrá negarte nada... en que podrás dictarle condiciones.

Tablas miró a un palo que en el rincón de la sala había, y que sin duda iba a intervenir como tercer personaje en aquella escena. , reina soy y ama de todo bramó Nazaria pálida y furiosa, extendiendo los brazos . Mío es el pan que comes, mía la ropa que vistes, mío el tabaco que fumas, y mías las copas, las copas.... No pudo decir más porque la ahogó la tos.

ABIND. Tanto estimo... ALBOR. Venme después a hablar. ABIND. ¿Qué así me dejas? ALBOR. Perdona un poco. ABIND. Mi esperanza animo: Cierre la puerta el alma a tantas quejas. Hermosas, claras, cristalinas fuentes, Jardines frescos, celebrados árboles, Que aquí me vistes de Jarifa hermano, Ya no soy el hermano de Jarifa; Ya puedo ser su amante y ser su esposo: Dad todos parabién a Abindarráez.

Y en verdad os digo, señores -prosiguió el cabrero-, que ayer determinamos yo y cuatro zagales, los dos criados y los dos amigos míos, de buscarle hasta tanto que le hallemos, y, después de hallado, ya por fuerza ya por grado, le hemos de llevar a la villa de Almodóvar, que está de aquí ocho leguas, y allí le curaremos, si es que su mal tiene cura, o sabremos quién es cuando esté en sus seso, y si tiene parientes a quien dar noticia de su desgracia». Esto es, señores, lo que sabré deciros de lo que me habéis preguntado; y entended que el dueño de las prendas que hallastes es el mesmo que vistes pasar con tanta ligereza como desnudez -que ya le había dicho don Quijote cómo había visto pasar aquel hombre saltando por la sierra.

En terminos nos tiene nuestra suerte, Dulces amigos, que será ventura Acabar nuestros daños con la muerte; Por nuestro mal, por nuestra desventura, Vistes del sacrificio el triste aguero, Y á Marquino tragar la sepultura: El desafio no ha importado un cero: De intentar que nos queda, no lo siento, Sino es acelerar el fin postrero.

Más presente que la administración del Sacramento tenía el paso con su hija; ¡ay, qué paso!... «¿No vistes a la Jacinta? preguntó a Fortunata, volviéndose de un costado y poniéndole la mano en el hombro... . ¿Habló contigo?... eres una sosona y no tienes genio... Si a me llega a pasar lo que te ha pasado a ti con esa pastelera; si el hombre mío me lo quita una mona golosa, y se me pone delante, ¡ay!, por algo me llaman Mauricia la Dura.

Madona crepuscular que de nostalgias te vistes, cuando, tristes, caen las rosas del otro lado del mar; Madona, que, si pasas sobre el camino del hombre, dejas en toda frente prendidas las tenues gasas de unas "saudades" sin nombre; ¡Madona! ¡Madona mía! la de los ojos cargados de resplandores violeta, fuente de melancolía del poeta; tiende tus pálidas manos al que en tus velos de reina clara un dardo de ironía, porque no entiende tu culto ni sabe de tus arcanos, ¡santa mía!

Pues, puño, con golverme por onde vine.... Así como así, pa ver lo que yo acabo de ver, morirse es mejor, cuanti más golver al servicio. ¿Qué vistes, hombre? ¡Lo último, puño; lo último que me quedaba que ver! Y créalo, tío Tremontorio: más me apesaumbra esto, que el venir con el pase del terrestre. Pero ¿qué vistes? ¡Pásmese, hombre!

¡Casa de vuestra querida! ¡yo creía que esa mujer era la primera querida de su alteza, querida que vos le habíais procurado! Venid acá, perdida dijo el duque de Uceda asiendo violentamente de una mano á doña Ana ; ¿así se juega con gentes principales? ¿para esto te doy yo los brocados que vistes y las joyas que gastas?

A esto dijo la duquesa: -Sancho amigo, mirad lo que decís, que, a lo que parece, vos no vistes la tierra, sino los hombres que andaban sobre ella; y está claro que si la tierra os pareció como un grano de mostaza, y cada hombre como una avellana, un hombre solo había de cubrir toda la tierra. -Así es verdad -respondió Sancho-, pero, con todo eso, la descubrí por un ladito, y la vi toda.

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