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Actualizado: 12 de julio de 2025
Más lejos, a uno y otro lado de una gran panoplia llena de orín y descabalada, había dos hermosos grabados de Luis Felipe y la reina Amalia, con sendas dedicatorias, y entre otra porción de notabilidades regias, políticas y literarias, diseminadas por todas partes, un retrato en litografía de Martínez de la Rosa, en los tiempos en que le llamaban Rosita la pastelera, con este campechano letrero: A Pepillo Butrón, su dómine Paco.
«A usted, sí, y a todo el género mundano gritó con voz tan ronca, que apenas se entendía , so tía pastelera... Váyase pronto de aquí». Las monjas horrorizadas elevaban sus manos al Cielo; algunas lloraban.
«A mí no me puede nadie gritó la infeliz con frenesí, los ojos desencajados, forcejeando contra los cuatro brazos que la querían sujetar . Soy Mauricia la Dura, la que le abrió una ventana en el casco a aquella ladrona que me robaba los pañuelos, la que le arrancó el moño a la Pepa, la que le arañó la cara a doña Malvina la protestanta... Suéltame tiorra pastelera, o de una mordida te arranco media cara. ¡Persona decente tú!... tú, que dejas un soldado pa tomar otro... tú que tienes ya el corazón como la puerta de Alcalá, de tanta gente como ha entrado por él... Ja, ja, ja... Loba, más que loba, so asquerosa, judía, con más babas que un perro tiñoso... cara de escupidera, zurrón, celemín de peinetas... verás qué recorrido te doy... así, así, y te arranco la nariz, y te escupo los ojos, y te saco todo el mondongo...». Por fin no eran voces humanas las que de sus labios llenos de espuma salían, sino rugidos de fiera sujeta y acorralada.
Lárgate a tu cocina, y déjanos en paz. Papitos se fue refunfuñando. ¿Qué traes por aquí? le preguntó Fortunata, que desde que la vio entrar, sentía palpitaciones muy fuertes. Pues nada... Estoy otra vez corriendo prendas, y aquí traigo unos mantones para que los vea esa tía pastelera... ¡Qué manera de hablar!
Esa santidad y esa cristiandad y esa pastelera razón son la horchata que tienes en las venas... Izquierdo, que oía desde la puerta, se alarmó, creyendo oportuno evitar aquel coloquio que tan mal giro tomaba: «Ea dijo entrando , bastante hemos hablado. Y usted, señor de Maxi, haga el favor de tomar soleta...». Le cogía por un brazo, sin que él hiciese resistencia.
Más presente que la administración del Sacramento tenía el paso con su hija; ¡ay, qué paso!... «¿No vistes a la Jacinta? preguntó a Fortunata, volviéndose de un costado y poniéndole la mano en el hombro... . ¿Habló contigo?... Tú eres una sosona y no tienes genio... Si a mí me llega a pasar lo que te ha pasado a ti con esa pastelera; si el hombre mío me lo quita una mona golosa, y se me pone delante, ¡ay!, por algo me llaman Mauricia la Dura.
Palabra del Dia
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