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3 Vuestro oro, y plata están corrompidos de orín, y su orín os será testimonio en contra, y comerá del todo vuestras carnes, como fuego. Habéis allegado tesoro para los postreros días. 7 Pues, hermanos, sed pacientes hasta la venida del Señor. Mirad que el labrador espera el precioso fruto de la tierra, esperando pacientemente, hasta que reciba la lluvia temprana y tardía.

Más lejos, a uno y otro lado de una gran panoplia llena de orín y descabalada, había dos hermosos grabados de Luis Felipe y la reina Amalia, con sendas dedicatorias, y entre otra porción de notabilidades regias, políticas y literarias, diseminadas por todas partes, un retrato en litografía de Martínez de la Rosa, en los tiempos en que le llamaban Rosita la pastelera, con este campechano letrero: A Pepillo Butrón, su dómine Paco.

La humedad y el sol iban abriendo las maderas y derritiendo la brea; todos los hierros y argollas se hallaban roídos por el orín; la rueda del timón giraba todavía, chirriando; no se tocaba nada que no se desmoronase; algunos manojos de maromas, como serpientes enroscadas, se pudrían sobre cubierta.

Llegados al patín que cerraba el grave claustro, Nucha señaló a un pilar que tenía incrustada una argolla de hierro, de la cual colgaba aún un eslabón comido de orín. ¿Sabe usted qué era esto? murmuró con apagada voz. No respondió Julián.

Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón.

Muy bonita, eso si, toda llena de dibujos de plata y oro; pero, señora madre, si no cortaba..., si estaba llena de orín... Vea usted este sable: no tiene letrero, ni cabecitas, ni garrapatos, ni nada; pero corta que es un gusto.

Y los mozos, arremangados, inclinábanse sobre el vientre abierto de la bestia, que esparcía en torno regueros de sangre y de orín, pugnando por introducir a puñados en el trágico desgarrón las pesadas entrañas que colgaban fuera de él. Otro sostenía las riendas del caído animal y apretaba contra el suelo la triste cabeza poniendo un pie sobre ella.

Hacía brusco recodo el angosto pasadizo, y se hallaron de pronto en otra galería, abierta como una boca, donde se internaban los tubos, comidos de orín, gracias a la perenne humedad. Sudaba el techo pálidas y brillantes gotitas de vapor acuoso; a uno y otro lado corría el agua, sobre un lecho de residuos, de fosfatos alcalinos, blancos y farináceos, como nieve recién llovida.

Los arcos tienen rotas las cuerdas, las puntas aceradas de las flechas están vestidas de orin: los perros que guardan el rebaño son pocos para el número de las fieras. ¡Ay desdichados corderos! ¿qué será de vosotros si no sacais fuerzas de flaqueza i no procurais defenderos de vuestros iracundos i feroces enemigos

Volvió, al fin, después de un cuarto de hora trayendo una muy grande, llena de orín, con un tarjetón de pergamino colgando, en que se leía: Oratorio. La llave entró rechinando en la cerradura, y en vano forcejeó Germán para hacerla dar vueltas; preciso fue sacarla de nuevo, untar las guardias con aceite, e introduciendo un palo por el ojo, giró al cabo al sexto o séptimo empuje.