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Actualizado: 22 de junio de 2025
Pasaba mucho tiempo así, el niño-hombre mirando a su madre, y derritiendo lentamente la entereza de ella con el rayo de sus ojos. Jacinta sentía que se le desgajaba algo en sus entrañas. Sin saber lo que hacía soltó un botón... Luego otro. Pero la cara del chico no perdía su seriedad.
Es hermoso ver eso, y parece que está uno en las entrañas de la tierra, allá donde está el fuego como el mar, que rebosa a veces y quiere salir, que es cuando hay terremotos, y cuando echan humo y agua caliente y cenizas y lava los volcanes, como si se estuviera quemando por adentro el mundo. Eso parece el taller de platería cuando están derritiendo el metal.
La humedad y el sol iban abriendo las maderas y derritiendo la brea; todos los hierros y argollas se hallaban roídos por el orín; la rueda del timón giraba todavía, chirriando; no se tocaba nada que no se desmoronase; algunos manojos de maromas, como serpientes enroscadas, se pudrían sobre cubierta.
Y a medida que el tiempo se deslizaba, el requemado indiano se iba derritiendo más y más en halagos, entreteniendo su vergonzosa sensualidad. Pero llegó un instante en que la hoguera creció de tal modo que fue preciso alimentarla arrojándola combustible o apagarla de pronto, so pena de abrasarse vivo en ella. Y optó por lo primero.
Ya imaginaba yo que no venías. ¿Dónde has estado, peal? ¡Cómo te atreves a tardar, haciéndote de pencas, cuando toda la sal de la tierra se está derritiendo por ti y el sol de la hermosura te aguarda! Mientras Antoñona expresaba estas quejas, no estaba parada, sino que iba andando y llevando en pos de sí, asido siempre del brazo, al colegial atortolado y silencioso.
Cómo me atraen y persuaden dentro de ese jardín, y luego me arrojan de él, cuando han henchido mi corazón y se va su sangre derritiendo en agua. ¡Ese pedazo de tierra es para mí el «huerto de las olivas!» ¡Dios mío! ¡Este fue para mí, el jardín delicioso que Salomón describe en su cantos; y hoy, desierto y despojado de atractivos, sirve para que en él pueda recordar mejor la muerte, con el pensamiento puesto en el Salvador del mundo, a quien me figuro con el cáliz de la amargura en la mano preparándose a desprenderse de este mundo impulsado por su divina gracia! ¡Y cuánto adoro yo a este huertecito!
Es preciso pasarse la mañana, y a veces la noche, en fabricarlos, la tarde en vocearlos y venderlos. En verano, si la estación es buena y se despacha mucho y se saca pingüe jornal, también hay que estarse las horas caniculares, las horas perezosas, derritiendo el alma sobre aquel fuego, sudando el quilo, preparando provisión doble de barquillos para la venta pública y para los cafés.
Sólo bajo la monarquía de merengue que se va derritiendo y consumiendo al calor de la revolución podía ser representable el drama que anunciaban los carteles del coliseo marinedino, Valencianos con honra.
La masa fria e inmovil del hielo se va derritiendo todos los dias, pero soy yo quien le dice que precipite su marcha o que detenga sus tempanos. Yo soy el espiritu de estas montanas, podria hacerlas estremecer hasta sus cimientos cavernosos... ?Que es lo que quieres?
Palabra del Dia
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