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Con este motivo el contrabandista contaba una peregrina historia; afirmaba haber descubierto al poner las vigas, en el fondo de una hendedura, una lechuza blanca como la nieve, ciega y escuálida, copiosamente abastecida de musarañas y murciélagos. Por esto, Marcos la había denominado la abuela de la comarca, suponiendo que todos los pájaros se preocupaban de alimentarla, a causa de su mucha edad.

Dios hará ahora todo lo que él querrá: yo me abandono a El.» A pesar de esto, ella no ha perdido la esperanza, y nosotros procuraremos alimentarla, porque fuera muy cruel el hacérsela perder: líbreme Dios de intentarlo siquiera.

Herido con esto el orgullo maternal de la señora de Benítez, habló con elocuencia y refutó el parecer de su marido, diciéndole para concluir: Pues debieras dar gracias a Dios y no lamentarte de que sea así tu hija, porque tal vez se quede para vestir santos, o bien se case con algún pobretón que, en vez de darle a comer pajaritos sin hueso y rellenos de trufas, tenga que alimentarla, y gracias, con esos guisotes que desdeñas, aunque con ellos te has alimentado y bien robusto te has criado.

Si el que escribe estos renglones no creyera firmemente que el artista es echado al mundo por Dios, ni más ni ménos que el ave, que siempre encuentra las yerbecillas que han de alimentarla mejor, creeria con no ménos seguridad que Campo-Arana era un talento perdido á quien habian faltado favorables condiciones de desarrollo.

El pobre Juan, que siempre había guardado en el pensamiento la quimera de la venida de su hermano, ahogado ahora por la desgracia, comenzó a alimentarla con afán.

La muchacha, que se había despabilado con el ruido que había hecho su padre, lanzó una mirada díscola a Stein, diciendo con voz áspera: ¿Quién me gobierna a ? No me dieran a más trabajo que ese y una vara de acebuche murmuró Momo. Es preciso prosiguió Stein alimentarla bien, y que tome caldos sustanciosos. La tía María hizo un gesto expresivo de aprobación.

Vista de cerca, si exceptuamos la blancura, el encanto, es exactamente la mama femenina, ese globo que, hinchado de amor y de la dulce necesidad de amamantar, reproduce con sus movimientos todos los suspiros del corazón que late debajo, reclamando á la criatura para sostenerla, alimentarla y darla descanso. Todo esto fué negado á la madre que nada; aquel bien es para lo que se posa.

Y a medida que el tiempo se deslizaba, el requemado indiano se iba derritiendo más y más en halagos, entreteniendo su vergonzosa sensualidad. Pero llegó un instante en que la hoguera creció de tal modo que fue preciso alimentarla arrojándola combustible o apagarla de pronto, so pena de abrasarse vivo en ella. Y optó por lo primero.

El pobre Juan, que siempre había guardado en el pensamiento la quimera de la venida de su hermano, ahogado ahora por la desgracia, comenzó a alimentarla con afán.

Así, pues, vimos á Priessnitz , después de las bacanales de la Restauración, imponer á la alta aristocracia de Europa la más ruda penitencia, alimentarla con el pan de los campesinos, tener en pleno invierno á las más delicadas señoras bajo las cascadas de agua de nieve, en medio de los pinares del Norte, en un infierno de frío que, por reacción, truécase en uno de fuego.