United States or Portugal ? Vote for the TOP Country of the Week !


Mi abuela, doña Celestina de Aguirre, no quería a mi padre; después de pasados muchos años la he oído hablar en contra de él. Es muy triste que el rencor de las personas alcance hasta los muertos; pero, ¿quién no tiene algo de podrido en el alma? Los motivos de mi abuela para no querer a mi padre eran un tanto lejanos. Mi padre había nacido en Elguea, pueblo rival de Lúzaro.

Dr. D. Manuel Obligado, vecino y del comercio; el Sr. Dr. D. Mariano Moreno, Abogado y Relator interino de esta Real Audiencia; el Sr. D. Nicolas del Campo, Contador de cuadrantes; el Sr D. José Agustin Aguirre, de este comercio; el Sr. D. Andres de Lezica, idem; el Sr. D. Manuel Barquin, de este vecindario; el Sr. D. Pedro Baliño, de este vecindario y comercio; el Sr. D. Domingo Lopez; el Sr.

Juan Machín no ha aparecido. Quizá anda perdido por los mares; quizá también ha ido a buscar algún tesoro en un rincón del planeta. Como guardando la tradición de la familia, es él el Aguirre inquieto que se pierde por el mundo. ¿Vive? ¿No vive? ¿Volverá? No lo . Confieso que al principio no hubiese querido que volviera; hoy, , me alegraría de verle y de estrechar su mano.

Ramiro se la ofreció buenamente. El hombre, después de haber desenvainado como un palmo de hoja, observó atentamente el recazo: No en vano agregó me había guiñado esta joya. He aquí la marca de mi padre, Hortuño de Aguirre, ¡que Dios haya! Desnudándola entonces del todo, asiola de la punta con la otra mano, y, arqueándola como un junco, dejola escapar en seguida con viveza.

Mi tía Úrsula, hermana mayor de mi madre, solterona romántica, comenzó a enseñarme a leer. Doña Celestina era como el espíritu de la tradición en la familia Aguirre; la tía Úrsula representaba la fantasía y el romanticismo. Cuando mi tía Úrsula llegaba a casa, solía sentarse en una sillita baja, y allí me contaba una porción de historias y de aventuras.

Sus dagas, sus rodelas, sus estoques, sus armaduras, habían hecho tan famosa a Toledo como los concilios. Domingo de Aguirre, habiendo vuelto la espada, apoyaba ahora ambas manos en la suya y continuaba diciendo: ¿Qué mucho, señor, que las armas no sean ya lo que fueron, cuando vemos que la nación entera va camino de su perdición? Ramiro hizo un gesto de asombro.

Y eso que Juan de Aguirre era pariente mío. ¿Juan de Aguirre y Lazcano? El mismo. Era mi tío carnal. ¿Qué se hizo de él? Debió morir. Yo he asistido a su funeral. ¿Cuánto tiempo hará de eso? Pues, hará cerca de veinte años. No puede ser. Hace unos catorce o quince años, Juan de Aguirre vivía, y estaba, según me dijeron, en Ilo-Ilo. No creo que fuera él; me parece imposible.

Al cabo de algún tiempo recibí carta suya y un recorte de periódico, en donde se contaba la muerte de Ugarte en una venta próxima a Wexford, llamada el Reposo del Cazador. El muerto aparecía con el nombre de Juan de Aguirre, y yo, de quien se ignoraba el paradero, como Tristán de Ugarte.

Tanto más, cuanto que habiendo matado en buena lid al galán, cobró vuesa merced el derecho de castigar de igual modo a la hembra. ¡Ah, si yo dijera también mi desengaño! Aguirre enmudeció y no volvieron a hablar de estos asuntos.

De los cuatrocientos hombres que salieron con Ursúa, no le quedaban a Lope mas que ciento cincuenta, y de éstos, muchos iban, por días, desertando. Aguirre, al verse sin la tripulación necesaria para sus barcos, les pegó fuego, y luego se refugió, con su hija y algunos compañeros fieles, en las proximidades de Barquisimeto, de Venezuela.