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Tocamos en la roca donde Guillermo Tell puso el pié para escaparse de la barca de Gessler, y visitamos la capilla que apénas habíamos mirado de paso cuando íbamos á bordo del vapor. Cuarenta minutos despues llegábamos al puerto de Brunnen, y tomábamos un coche que debia llevarnos por la via de Schwyz á Goldau, al pié del monte Rigi.

Parecian innumerables rebaños de carneros empeñados en trepar sobre colinas y montañas formidables. Las sombras de la noche caían cuando pasábamos por en frente de Tánger y Tarifa, tan cerca de la segunda que casi tocamos con la roca ó islote del mismo nombre, ligada por un estrechísimo istmo al puerto. Hoy Tarifa no es mas que un escombro, una memoria.

Después... ¡ya soy arzobispo!, ¡ya soy cardenal!, ¡ya no puedo llegar a más! ¿Y qué? La felicidad siempre marcha delante de nosotros, como la nube de luz que guiaba a los israelitas. La vemos, casi la tocamos, pero no se deja coger. Me siento ahora más infeliz que en la época en que luchaba por ser algo y me creía el más desgraciado de los hombres.

¿Y por supuesto añadió éste , estará levantada y tan campante? Tan campante y levantada repitió Bermúdez , y haciendo labor en el saloncillo. Pues ¿qué pito tocamos aquí nosotros entonces? exclamó Fuertes hecho un cascabel . Vamos a acompañarla y a darla conversación... Digo, si no la molesta, o yo no estorbo.

Por lo demás, tocamos ahora un punto, relativo al desarrollo del arte dramático en España, envuelto en cierta oscuridad, que apenas comienza á disiparse. No existe drama alguno religioso, que corresponda al período comprendido entre 1561 y los últimos diez años del siglo, ni se hallan tampoco datos históricos que nos ayuden á conocer los perdidos.

¿Con qué derecho? inconcuso, porque es la ley de la necesidad: ¿con qué razon? con ninguna, porque tocamos al cimiento de la razon: aquí hay para el humano entendimiento el non plus ultra: la filosofía no va mas allá.

Porque nosotros, aunque tocamos los presentes y hemos leído las cartas, no lo creemos, y pensamos que ésta es una de las cosas de don Quijote, nuestro compatrioto, que todas piensa que son hechas por encantamento; y así, estoy por decir que quiero tocar y palpar a vuestra merced, por ver si es embajador fantástico o hombre de carne y hueso.

Los primeros días, al oírles, decía yo: «Somos iguales: iguales salvo algunas diferencias de acento y sintaxis...». Y no señor; no somos iguales. ¿Cómo me explicaré?... Unos y otros tocamos el mismo instrumento, pero tenemos distinto oído para apreciar los sones.

Las aspiraciones del hombre son infinitas y quisiera beber la eternidad de un trago. ¿Pero son todas ellas legítimas? ¿Todas deben realizarse? Mete la mano en tu seno y verás que muchos de tus deseos no podrían satisfacerse sino a expensas de la satisfacción de tus semejantes... ¡Y todos tenemos que vivir, qué diablo! Es que si tenemos que partir la felicidad con todos tocamos a muy poco.

Si alguna vez nos olvidamos de la alegoría, y hasta nos parece que deja de haberla y que tocamos algo real, es porque Goethe, en virtud de sus monadas, de sus genios y espíritus elementales, de sus inteligencias misteriosas que mueven las cosas naturales, casi cree en los seres que evoca, por donde los seres que evoca toman cuerpo y dejan de ser figuras retóricas solamente.