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Actualizado: 24 de julio de 2025
Recostada en el altar se encontraba la señora de Moscoso, con un color como una muerta, los ojos cerrados, las cejas fruncidas, temblando con todo su cuerpo; frente a ella, el señorito vociferaba, muy deprisa y en ademán amenazador, cosas que no entendió el niño; mientras el capellán, con las manos cruzadas y la fisonomía revelando un espanto y dolor tales que nunca había visto Perucho en rostro humano expresión parecida, imploraba, imploraba al señorito, a la señorita, al altar, a los santos..., y de repente, renunciando a la súplica, se colocaba, encendido y con los ojos chispeantes, dando cara al marqués, como desafiándole.... Y Perucho comprendía a medias frases indignadas, frases injuriosas, frases donde se desbordaba la cólera, el furor, la indignación, la ira, el insulto; y, sin saber la causa de alboroto semejante, deducía que el señorito estaba atrozmente enfadado, que iba a pegar a la señorita, a matarla quizás, a deshacer a don Julián, a echar abajo los altares, a quemar tal vez la capilla....
Una palabra, amigo le dije, saliéndole al encuentro y colocándole una mano en el hombro. Se puso atrozmente pálido, retrocedió dos pasos y llevó rápidamente la mano al bolsillo de la americana, sin duda en busca de un arma. Mas al verme tranquilo y como sorprendido de su movimiento, la dejó caer otra vez y me preguntó: ¿Qué se ofrece? Tengo que hablar con usted dos palabritas.
Bueno, escuchad lo que voy a deciros: sois un canalla, un necio, un ladrón, un bandido, un asesino, un monstruo. ¡Lo que habéis hecho es indigno, innoble, abominable, repugnante, escandaloso, indecente, inaudito! ESCIPIÓN. ¡Señora! CLEOPATRA. Sí; me sois antipático hasta más no poder, me inspiráis un disgusto profundo, una repulsión sin límites. Oléis atrozmente a soldado.
Inmutóse Currita atrozmente, y por un momento pareció que el mundo entero se le venía encima. En Madrid ha hecho esto una impresión horrible dijo la Mazacán apretando el torniquete ; todo el mundo habla de su pobre madre: era él su único amparo...
Pegaron la hebra D. Basilio y Nicolás sobre el carlismo, la guerra y su solución probable, y se armó una gran tremolina, porque intervinieron los farmacéuticos, que eran atrozmente liberales, y por poco se tiran los platos a la cabeza. Torquemada procuraba pacificar, y entre unos y otros molestaban mucho al enfermo con la bulla que hacían.
Si Byron cruzara hoy las calles con el traje estrecho de brin, polainas y anteojos verdes, con que nos lo pinta Lady Blessingthon, que lo vio en Venecia, no sería mayor nuestro desencanto que el de nuestra compatriota, que no tuvo más recurso que dar un adiós a Edda, desvanecida... en la forma de una palmada en la mejilla de Pombo... Pombo es feo, atrozmente feo.
Un día estaba el hombre muy molesto por no poder cazar una pulga que atrozmente le picaba, burlándose de él con audacia insolente, cuando... no es broma... se le aparecieron dos ángeles. «¿Pero tú ves algo, Almudena? le preguntó Cuarto e kilo. Ver mí burtos ellos». Explicó que distinguía las masas de obscuridad en medio de la luz: esto por lo tocante a las cosas del mundo de acá.
Cuando, mal vestida, se deslizó por la escalera, corriendo á un salón del piso bajo, los domésticos, azorados y trémulos, pretendieron detenerla. Entró, reconociendo inmediatamente la dolorosa cabeza que descansaba sobre las almohadas de un diván. Era él, atrozmente desfigurado, con las mejillas surcadas por el lívido arabesco de las cicatrices...pero era él. De sus ojos sólo quedaba uno.
Inmutóse Currita atrozmente y metióse la mano en el bolsillo, como si buscara el lignum crucis; abrióse entonces la mampara y apareció el mayordomo mayor, también muy inmutado... La dama, fingiendo siempre hallarse absorta en la contemplación del retrato, volvió ligeramente la cabeza y saludó con la mano al personaje, diciendo con vocecita a su pesar temblorosa y angustiada: ¡Magnífico retrato!
No, por Dios, que no sueñen que hablamos de estas cosas.... Se reirían de mí y dirían que parecemos un club. ¿No sabe usted alguna noticia? ¿Qué me cuenta usted del prestidigitador que trabaja en el teatro? ¿El húngaro? ¡Bah! Como todas esas funciones.... Muy pesado, mucho cubilete y los pistoletazos de cajón.... ¡Pistoletazos! Los odio: me asustan atrozmente.
Palabra del Dia
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