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Pero nada de esto impide que también tenga su historia, porque si madame Staël ha dicho que la vida de una mujer es siempre una novela, creo que con igual derecho puede decirse que la vida de un hombre es siempre una historia. Escuchad, pues, incomparable doctor, la historia de mi tío en compendio.

¿Qué dices ? dijo la marquesa , ¿que los extranjeros podrán tener muchos duques de Alba? ¡Pues ya!, ¡fácil era! Escuchad, don Federico: cuando el santo rey don Fernando estaba delante de los muros de Sevilla, viendo que el sitio se prolongaba, propuso al rey moro... Que se llamaba Axataf por más señas interrumpió Rafael.

Pienso, Reina, que eres muy joven; que esta prueba pasará y que tienes delante de ti una larga vida. Sabed, mi cura, que no soy de carácter resignado. Si vivo, no me casaré nunca; mas no viviré: estoy tísica. ¡Escuchad! Y traté de toser de un modo cavernoso. No juegues con tu salud. A Dios gracias, estás muy bien. Bueno dije levantándome, veo que no queréis creerme.

Yo no me justificaré jamás de acusaciones tan absurdas dijo levantándose con indignación la de Lemos y volviendo la espalda á la abadesa. Pero escuchad, mi querida Catalina dijo la abadesa. ¡Adiós! exclamó la de Lemos, y salió dando un portazo.

Llegó, pues, a la procesión, y paró a Rocinante, que ya llevaba deseo de quietarse un poco, y, con turbada y ronca voz, dijo: -Vosotros, que, quizá por no ser buenos, os encubrís los rostros, atended y escuchad lo que deciros quiero.

Mi hermana me decía, señor cura, que deseaba, sobre todo, encontrar un cura que no fuera ya joven, ni triste, ni severo, un cura de cabellos blancos, y aire bondadoso y tranquilo. Y vos reunís todas esas condiciones, señor cura. No podíamos haber encontrado nada mejor. Escuchad, os ruego, mi modo de hablar.

También las oyó Nolo, el intrépido y glorioso guerrero de la Braña. Bajaba con sus compañeros de retorno la cuesta de Canzana. Escuchad dijo quedando inmóvil con el oído atento. ¿No oís los gritos y risotadas de esos peleles? Seguro es ya que han logrado meter á los de Entralgo en sus casas.

Y á me ha dado en vos un remordimiento. No, no lo creáis; escuchad: doña Clara me hace un gran bien; doña Clara hace imposible el que yo me arroje en vuestros brazos; de la única manera que puedo ser feliz es sufriendo por vos, teniendo celos... viendo que vos los tenéis. ¿Qué decís?..

REY. Escuchad vos, labrador: Aunque todo el mundo os pida Que digáis quién soy, decid Que un hidalgo castellano, Puesta en la boca la mano Desta manera: advertid, Porque no habéis de quitar De los labios los dos dedos. PELAYO. Señor, los tendré tan quedos, Que no osaré bostezar. Pero su merced, mirando Con piedad mi suficiencia, Me ha de dar una licencia De comer de cuando en cuando.

En el pasado canto recontamos Del puerto que tomó el Zaratino: Escuchad pues agora que contamos El fin tan desastrado que le vino. En esta tierra, y puerto que tratamos, El triste Adelantado fuè mohido, Que bien cierto est