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Actualizado: 22 de mayo de 2025


1 Escuchad, cielos, y hablaré; y oiga la tierra los dichos de mi boca. 2 Goteará como la lluvia mi doctrina; destilará como el rocío mi dicho; como la llovizna sobre la grama, y como las gotas sobre la hierba. 3 Porque el Nombre del SE

Este joven nos ha prestado un eminente servicio, un servicio de aquellos que sólo puede recompensar Dios, á ruego de quien le ha recibido.» ¿Pero qué servicio tal y tan grande es ese? dijo Alonso del Camino. Creo que jamás os corregiréis de vuestra impaciencia. Escuchad.

Escuchad lo que iba diciendo entre dientes el atildado notario de la calle de Verneuil: ¡Maldita aventura! ¡Que me lleve el diablo si sospechaba siquiera que le hubiese dado derechos a este animal de turco!... porque, ¡vaya si lo es!... Pero, ¿por qué no me habré puesto las gafas?... Parece que le he pegado un puñetazo en la nariz... , sin duda: su tarjeta está manchada de sangre, y mi mano lo está también.

Pues bien; voy a deciros lo que quiero, pero antes sacudíos la borrachera, y escuchad, si os place dijo Godfrey con acento furioso; el mismo había bebido más de la cuenta, a fin de convertir su tristeza en cólera ciega . Quiero deciros que es preciso que le entregue al squire ese arriendo de Fowler, o que le advierta que os lo he dado; porque amenaza con el embargo, y todo se descubrirá, que yo lo informe o no.

¡Escuchad, señor cura; vuestras explicaciones no son muy claras, y hay tanta vaguedad en mis ideas!... Todo esto es tan extraño continué como soñando. Por último, explicadme ¿por qué el amor excita vuestra indignación? Basta, Reina dijo el cura fuera de . Tienes un modo de formular las preguntas que es imposible responderte.

Me estáis desesperando: vos conocéis á esa dama. Vos me estáis guardando un secreto. No es mío. De la reina. ¡Ah! ¡no! ¡no! Escuchad, Juan: yo tengo una obligación mayor de la que creéis de mirar por vos, de guardaros... ¡Vos! , yo; es más: por vos he venido á Madrid; por vos necesito ver á vuestro tío. No os entiendo. Pues bien podéis entenderme. ¿No somos amigos? , ciertamente.

Escuchad ahora lo que contiene esta carta, que por cierto no es muy larga, pero que, á pesar de su brevedad, es grave, gravísima: ; ciertamente, muy grave. Fijó el rey su mirada en la duquesa, que persistió en su silencio. Acercad la luz, doña Juana dijo el rey. Levantóse la duquesa, tomó el velón y continuó de pie junto á Felipe III, alumbrándole.

31 Tengo solaz en la redondez de su tierra; y mis solaces son con los hijos de los hombres. 32 Ahora, pues, hijos, oídme; y bienaventurados los que guardaren mis caminos. 33 Escuchad al castigo, y sed sabios; y no lo menospreciéis. 34 Bienaventurado el hombre que me oye, trasnochando a mis puertas cada día, guardando los umbrales de mis entradas.

Escuchad, querida Marta prosiguió Catalina , preparaos para recibir la declaración de amor del intendente; en esa solemne entrevista no dejará de demostraros una exaltación de afecto. Si lo rechazáis con una frialdad visible, se convencerá de que le odiáis, y llevará a cabo su primera resolución. No, Catalina, me dominaré para hacerle creer que le escucho con toda gratitud.

Durante largo rato no se oye sino el cuchicheo de los gimnastas; «Quince minutos de ejercicio diarios», etc. Entra Anco Marcio, enseñando una carta. MARCIO. ¡He aquí la dirección, señores sabinos! Hemos recibido la dirección de nuestras mujeres. ¡La dirección, señores, la dirección! VOCES AHOGADAS. ¡Escuchad, escuchad! Se ha recibido la dirección. ¡Silencio, señores, silencio!

Palabra del Dia

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