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31 Tengo solaz en la redondez de su tierra; y mis solaces son con los hijos de los hombres. 32 Ahora, pues, hijos, oídme; y bienaventurados los que guardaren mis caminos. 33 Escuchad al castigo, y sed sabios; y no lo menospreciéis. 34 Bienaventurado el hombre que me oye, trasnochando a mis puertas cada día, guardando los umbrales de mis entradas.

Por fortuna, en su nueva comedia, titulada Solaces de un prisionero, ha demostrado el duque de Rivas, de la manera más brillante, que las comedias de Lope y de Calderón se prestan á arreglos á la moderna, y que el cultivo de estas plantas antiguas indígenas promete mejor cosecha que los miserables arbustos, que se importan en España del extranjero.

Pero, al fin y al cabo, gozaba de veras el pobre hombre, era dichoso por completo; y tan absorto le traían las preocupaciones del oficio y los deberes y solaces de su vida doméstica y social, que hasta había perdido enteramente aquel su hidalgo aborrecimiento a las deudas y a la usura, y ni siquiera reparaba cómo este mal demonio de los ricos desatentados le iba hincando las unas en lo más vivo, en lo más hondo, en el mismo corazón de la «olla grande».

No, hombre.... Esos son solaces a la alta escuela y por todo lo fino, que no le quitan a uno el sueño.... Es... una cigarrera. ¡Hola... picarón! ¿Esas tenemos, y tan calladito? Usted mismo me la enseñó y me habló de ella.... La chica del barquillero. Borrén chasqueó la lengua contra el paladar.

El poeta nos lleva en seguida á la casa solariega de los Benavides, y nos representa los inocentes solaces de Sancho y de Sol, dos jóvenes campesinos, que, si bien todavía casi niños, se profesan inclinación amorosa. Esta escena es encantadora y de las mejores de nuestro poeta.