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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Se detuvo allí un momento de pie mirando la compañía, saliéndole los desnudos pies por debajo de la manta, y se despidió haciendo un ligero movimiento. ¡Escucha Juanito! ¿Vas a acostarte otra vez? dijo Federico. Sí, voy respondió con decisión el interpelado. ¿Pues qué tienes, vejete? No estoy bueno. ¿Cómo? Tengo fiebre. Y sabañones. Y reuma contestó Juanito. Y se hundió entre las sábanas.
Los agravios se le revolvían en el seno, saliéndole a los labios en esa forma descomedida y grosera de las hijas del pueblo, cuando se ponen a reñir. «¡La cojo y la...! decía para sí clavándose las uñas en sus propios brazos . ¿Que es un ángel? Pues que lo sea... ¿Que es una santa? ¿Y a mí qué?...». Pero de los labios para fuera, nada... «¡Qué cobarde soy!
Por eso, aunque usté no me conosía, yo estaba allí, viéndole pasar, sin pedirle ni un pitiyo, pa que nadie le tocase ni una uña, pa cuidá de que algún sinvergüensa no se aprovechase saliéndole al camino y disiendo que él era el Plumitas, pues cosas más raras se han visto...
Llevaba mal Abetzaico, que se detuviese el Padre tanto con los Cozocas; y se lamentaba tanto de esta tardanza, que precisó al siervo de Dios á despedirse de aquí é ir á su tierra, donde no hubo bien llegado, cuando fueron inexplicables las alegrías y señales de júbilo que mostraron los Subarecas, saliéndole á recibir y haciendo fiestas á su usanza propias para cuando quieren mostrar extraordinaria alegría.
Una palabra, amigo le dije, saliéndole al encuentro y colocándole una mano en el hombro. Se puso atrozmente pálido, retrocedió dos pasos y llevó rápidamente la mano al bolsillo de la americana, sin duda en busca de un arma. Mas al verme tranquilo y como sorprendido de su movimiento, la dejó caer otra vez y me preguntó: ¿Qué se ofrece? Tengo que hablar con usted dos palabritas.
El novio, enterándose de que había visita en la sala, acercose despacito a la puerta para ver quién era. «Es Mauricia» le dijo su prometida saliéndole al encuentro. Ambos se fueron al comedor, esperando allí a que su tía despachase a la corredora. Cuando esta se fue no quiso Fortunata salir a despedirla, por temor de que dijese algo que la pudiera comprometer. iii
Bien está eso interrumpió Ángel, que no podía con el martirio de sus impaciencias ; pero en el caso mío... A él iba sin parar contestó su padre, saliéndole al encuentro . El caso tuyo...
Aquí vereis el indio atravesado Por medio la garganta, y allí junto El otro todo el casco barrenado, Saliéndole los sesos luego al punto. Por medio de los pechos traspasado Estaba Tabobá, y casi difunto, Y tanto de la lanza se aferraba, Que ya perderla Leiva imaginaba.
Volvió á reir el príncipe. ¡Wilson con alas!... Se imaginó al Presidente con un sombrero de copa, sus lentes, su sonrisa bondadosa, y saliéndole de la espalda del chaqué dos triángulos enormes de plumas iguales á las que llevan los ángeles en los cuadros de la pintura religiosa. ¡Gracioso coronel!... Luego quedó pensativo, mientras su rostro tomaba una expresión grave.
La condesa agarró el sombrero del mayordomo y voló á uno de los charcos cercanos. Después, ambos de rodillas, se pusieron á lavar la herida del animal. La bala le había atravesado de parte á parte, entrándole por el vientre cerca de las patas traseras y saliéndole por el pecho. Todos los esfuerzos fueron inútiles.
Palabra del Dia
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