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Fogoneros libres de servicio, rubios muchachotes vestidos de blanco, permanecían erguidos en medio de esta muchedumbre, contemplando de lejos, tímidos y sonrientes, a ciertas beldades morenas, como si esperasen hacerse entender con su inmovilidad silenciosa. En el fondo, junto al castillo de proa, continuaba sonando la gaita invisible su gangueo pastoril.

Las grandes catástrofes por disparadas locas en los teatros, en las iglesias, en los naufragios, son casos de ferocidad repentina y fulminante originada por el terror pánico de que proviene también seguramente, la mayor parte de los homicidios. Los jefes de la "Mashorca", que hacía temblar a los vecinos de Buenos Aires, eran tímidos que de miedo a ser degollados se hicieron degolladores.

¿Y por qué no me lo ha declarado? ¿Tan tímidos son en el día los caballeros cortesanos que no se atreven a declararse ellos mismos?

A ciencia y paciencia del honrado vecindario de Iberuela, tan amante de Luciano y tan ligado a él por la admiración y la gratitud, ¿cómo pudo forjarse sin contradicción ni protesta tan inicua maraña? ¿Cómo pudo quedar sin correctivo y pena tan negro crimen? ¿Cómo eran tan tímidos o tan incapaces los habitantes de Iberuela, que tamaño horror consintiesen y sufriesen?

Sin embargo, no quiere Colón que sean arrebatados de sus hogares, «puesto que son propiedad del Rey y de la ReinaEmpero de sus labios se escapan estas palabras, harto significativas: «Son seres tímidos y nacidos para obedecer; harán cuantos trabajos se les manden. Bastan tres de los nuestros para poner en dispersión á mil de los suyos.

Una tradición en boca del pueblo, que nadie escucha, y esa gran tumba de héroes sepultada entre olivos, sobre la cual las simbólicas ramas de éstos estampan por solo epitafio: ¡Paz á los muertos! Parecía aquella morada comunicar algo de su gravedad y silencio á la familia del capataz que la habitaba. Era éste un hombre austero; su mujer era callada, y sus hijos tímidos.

A la vuelta dimos un paseo por la calle Ancha y la plaza de Mina, y volvimos a casa. El encuentro con don Matías me preocupaba. Aquella estúpida insinuación del señor Cepeda de que se burlarían de me intranquilizaba. Era muy suspicaz, como todos los hombres tímidos, y estaba siempre en guardia, creyendo ver ofensas en cualquier cosa.