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Quien carece de fuerzas para conquistar la costosa gloria de adelantarse a su tiempo, tenga la persistente virtud de servirle: así lo he pretendido; mas él ha caminado tan deprisa, que hoy acaso parezcamos tímidos los que ayer fuimos osados. De éstos quise ser: de los que al estudiar lo pasado y observar lo presente procuran preparar lo porvenir y se esperanzan con ello.

Allí la bondadosa, la tierna y la delicada era Casilda, y por esta sola circunstancia era ella el pavo de la boda; sobre su humilde cabeza descargaban el mal humor del padre y las iras de los hermanos. Era tan poquita cosa, que se ahogaba en un dedal de agua, pero reconcentrada, como todos los caracteres tímidos, era a la vez rencorosa y no perdonaba fácilmente ofensas que considerase injustas.

El sol bañaba su revuelta cabellera dorada, que despedía fugaces destellos como en la mañana que por primera vez le vimos. Su faz, pálida entonces por el sueño, lo estaba ahora por la emoción. Pero sus ojos... ¡oh, sus ojos mudaron mucho desde entonces! Ya no eran aquellos ojos fríos y tímidos que resbalaban sobre los objetos sin penetrarlos. Brillaban con inusitado fuego.

Un gato famélico espiaba á los pájaros que empezaban á invadir este lugar. Con tímidos revuelos picoteaban los residuos alimenticios expelidos por los caballos de los dragones. Una gallina sin dueño apareció igualmente para disputar su festín á la granujería alada, oculta hasta entonces en árboles y aleros.

Claro que no era infalible, pero su valor y aplomo en lanzarse en honduras por las que no habrían osado bogar los tímidos nadadores que la rodeaban, suplían los errores del discernimiento.

Y el hombre práctico, el inglés, para no divagar más, cubría otras dos hojas con las explosiones de su indignación contra todo lo que le rodeaba: contra sus hermanos de raza, tímidos y humildes, que besuqueaban la mano enemiga; contra los nietos de los antiguos perseguidores; contra el feroz padre Garau, del que no quedaba ya ni polvo; contra la isla entera, la famosa Roqueta, a la que vivían sujetos los suyos por un amor al terruño, pagado siempre con aislamientos e insultos.

Preciso es que la madre haya puesto mucho de su parte, porque la verdad es que no encuentro en esta muchacha nada que le recuerde con su cabezota redonda, sus ojillos chispeantes, sus delgados labios contraídos por maliciosa sonrisa y su ancha y corta barbilla. Elena no es alta, muy menudita, con ademanes tímidos de pájaro dispuesto a volar.

Muchas noches, Gabriel, al revolverse en su lecho sin poder dormir, tosiendo y bañado en frío sudor el pecho y la cabeza, oía en el cuarto inmediato los quejidos de su sobrina, tímidos, sofocados, para que en la casa no se enterasen de sus dolores. ¿Qué tenías anoche? preguntaba Gabriel a la mañana siguiente . ¿De qué te quejabas?

No puede usted figurarse, condesa, lo impresionable que soy. Es desgracia nacer con un temperamento como el mío. El médico me dice que soy un manojo de nervios y que debo evitar todas las emociones vivas, lo mismo las tristes que las placenteras... Pero si he de huir las últimas añadió después de breve silencio y fijando sus ojos tímidos en la condesa es preciso que no vuelva á parecer por aquí.

Por un momento creyó que iba á matarla. Los hombres serios, tímidos y sumisos son terribles en sus explosiones de cólera. El marido lo sabía todo. Con la misma paciencia que empleaba en la solución de sus problemas industriales, la había estudiado día tras día, sin que pudiese adivinar esta vigilancia en su rostro impasible.