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Actualizado: 21 de julio de 2025
El cuarto era una liorna: las prendas de vestir se veían desparramadas por el suelo y sobre los muebles; todos los cajones abiertos y el espejo del lavabo tan salpicado del agua de la palangana, que parecía sudar de fatiga; un ligero tabique dividía la habitación en dos: la primera hacía las veces de despacho o pieza de estudio, con una mesa en el centro, en que andaban revueltos los libros y los papeles, advirtiéndose más novelas que textos y más álbumes de fotografías que cuadernos de apuntes; y la segunda, alcoba y gabinete a un tiempo, con el techo muy bajo y las puertas muy estrechas; todo modesto, casi humilde, pero aseadísimo, como que la escoba y el plumero de Pampa hacían maravillas, bajo la inteligente dirección de misia Casilda.
A la menor claridad subían al puente con sus álbumes para dibujar unos paisajes que parecían plum-puddings. Después de una eterna travesía de cinco días, el vapor nos condujo por fin a buen puerto; no habíamos tenido siquiera la distracción de un naufragio. El camino de la vida está empedrado de decepciones.
Dos médicos ingleses de un buque-hospital, canosos y con uniforme, despreciaban el almuerzo para pintar directamente en sus álbumes, con una torpeza escrupulosa y pueril, el mismo panorama que figuraba en las tarjetas postales ofrecidas á la puerta del restorán. Una botella ventruda, con faldellín de paja y cuello larguísimo, atrajo en la mesa las manos de Freya.
La cual pasaba por literata muy docta y de mucha fama en todo el mundo, por haber escrito varios tomos de poesía, y borronado madrigales en todos los álbumes de la humanidad. Cumpliendo cierta misteriosa ley fisionómica, era rubia como todas las poetisas, y obedeciendo a la misma fatalidad, alta y huesuda.
Como usted quiera... Pues ándese por ahí... Yo no tengo aquí álbumes ni libros para que se entretenga. Maldita la falta que me hacen a mí los álbumes... Siga, siga usted y trabaje firme. Eso, eso es lo que nos conviene. Luego hablaremos. Yo no tengo absolutamente nada que hacer...
Enseñaron a don Pedro infinidad de quisicosas: estereóscopos, álbumes de fotografías, que eran entonces objetos muy elegantes y nada comunes.
Palabra del Dia
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