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La vidalita, canto popular con coros, acompañado de la guitarra y un tamboril, a cuyos redobles se reúne la muchedumbre y va engrosando el cortejo y el estrépito de las voces; este canto me parece heredado de los indígenas, porque lo he oído en una fiesta de indios en Copiapó, en celebración de la Candelaria, y como canto religioso, debe ser antiguo, y los indios chilenos no lo han de haber adoptado de los españoles argentinos.

No es mi objeto narrar las peripecias de la vida de don Salvador, cómo del interior del Perú pasó a la costa, como se hizo más tarde minero en Copiapó, pasando luego de nuevo a la República Argentina y ocupando por fin el honroso puesto de correo que desempeñaba hacía diez años. Fue en uno de esos viajes como chasqui cuando le ocurrió el caso a que él se refería.

Los mineros argentinos, no satisfechos con estos resultados, se desparramaron por el territorio de Chile, que les ofrecía un rico anfiteatro para ensayar su ciencia, y no es poco lo que han hecho en Copiapó y en otros puntos en la explotación y beneficio y en la introducción de nuevas máquinas y aparatos.

La policía, más lista que ellos, estaba ya registrando los objetos de la pertenencia de Ovejero, entreteniendo así su espera hasta que se presentase el culpable. Hay que huir, hermano volvió á aconsejar el amigo. Juzgaba peligrosa, después de esto, la ruta más corta que conduce á la provincia de Copiapó en la vecina República de Chile.

Además, el Museo posee, entre otras piezas de un orígen parecido, dos grandes mazas de madera: la una encontrada en una escavacion en Copiapó y la otra en Quillota, ambas en Chile. La última me fué obsequiada, allí, en 1885, por mi malogrado amigo don Benjamin Vicuña Makenna, dias despues de haberse efectuado su descubrimiento.

De La Rioja ha salido el doctor Castro Barros, diputado al Congreso de Tucumán y canonista célebre; el general Dávila, que libertó a Copiapó del poder de los españoles en 1817; el general Ocampo, presidente de Charcas; el doctor don Gabriel Ocampo, uno de los abogados más célebres del foro argentino, y un número crecido de abogados del apellido de Ocampo, Dávila y García, que existen hoy desparramados por el territorio chileno, como varios sacerdotes de luces, entre ellos el doctor Gordillo, residente en el Huasco.

Copiapó, Coquimbo, Valparaíso y el resto de la República, están llenos aún de estos nobles proscriptos, capitalistas algunos, mineros inteligentes otros, comerciantes y hacendados muchos, abogados, médicos varios. Como en la dispersión de Babilonia, todos éstos no volvieron a ver la tierra prometida. ¡Otra emigración ha salido, para no volver, en 1840!