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Actualizado: 20 de julio de 2025


En primer lugar, esto me vale cien mil francos y no cincuenta mil. Después, nadie tratará de acusarme o de perseguirme, porque usted ha hecho su testamento para suicidarse esta noche. La encontrarán en su cama, atravesada con su puñal y verán que usted ha tenido palabra.

Durante veintiocho meses de permanencia en la colonia, se defendió valerosamente contra los moros y contra la fiebre amarilla; después pidió un permiso para casarse en París. Era rico, gracias a la indemnización que le habían dado, y dobló su fortuna al casarse con la hermosa Margarita de Bisson que poseía sesenta mil francos de renta.

Los ojos y la sonrisa son francos, pero la voz, voluntariamente dulcificada, tiene a veces singulares inflexiones. Es cortante y punzante.

Según dicen, ellos pueden gastar cien mil francos por día. ¡Y esos son nuestros vecinos! exclamó madama de Lavardens. ¡Una aventurera! Y no es nada eso todavía... ¡una hereje, señor abate, una protestante!

Bien sabes que os profeso una antigua afección ... En resumen, la adopción de Herminia ha destruído las esperanzas que tu hijo podía abrigar respecto de mi herencia, y hace mucho tiempo que he resuelto reparar este perjuicio que os causaba. En mi testamento he asegurado doscientos mil francos á tu oficial de húsares ... Esto le consolará ...

¡Ah! señor Máximo exclamó llorando si supiera usted lo que me mortifica... pues bien, me pagará después mi comida, si quiere, me pondrá el dinero en la mano, cuando lo tenga... pero puede usted estar seguro, que aun cuando me diese cien mil francos, no me proporcionaría usted tanto placer, como si lo viera aceptar mi pobre comida. Me haría usted una soberbia limosna.

Hoy debería estar alegre: hace meses que no he tenido una tarde igual. He jugado, y mira... ¡mira! Diez y siete mil francos. Había sacado de un bolsillo interior un fajo de billetes azules, arrojándolo sobre la mesa con cierta furia. Llegué á ganar hasta veintiséis mil. Una suerte de amante desesperado, de marido infeliz... Y sin embargo, no estoy contento.

La prodigiosa pieza de cinco francos continuaba sobre el paño verde al lado de una montaña de dinero que seguía creciendo y creciendo. Había que completar los cincuenta golpes, siempre doblando. Dió cinco más en su imaginación y se detuvo. Ya había ganado mil setenta y tres y pico de millones de duros: más de cinco mil millones de francos.

La madre de Margarita estaba enferma. Pensaba en su hijo, que era oficial y debía partir el primer día de la movilización. Ella estaba inquieta igualmente por su hermano y consideraba inoportuno ir al estudio mientras en su casa gemía la madre. ¿Cuándo iba á terminar esta situación?... Le preocupaba también aquel cheque de cuatrocientos mil francos traído de América.

El presupuesto de nuestro país es un grande empréstito, perpetuamente abierto. El francés dice: ¡Atesoremos, atesoremos! Una de estas mañanas estallará una revolución que hará caer el cinco por ciento a cincuenta o sesenta francos, y entonces compraré. Puesto que las revoluciones son inevitables, procuremos al menos sacar algún provecho de ellas.

Palabra del Dia

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