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Pagó muy pocas deudas; se negó cortésmente a comprar muebles y conservó, a pesar de la duquesa y del sentido común, un departamento de 12.000 francos, en el cual no se detenía un instante. De cuando en cuando daba un luis a Semíramis para la cocina, pero nunca se preocupó de preguntarle cuánto se le debía por sus servicios.

La señorita Valeria ha heredado Villa-Rosa y varios centenares de miles de francos: todo lo que ganó ella una noche en el Sporting. En cuanto á Su Alteza... Le interrumpe el príncipe con un ademán.

TERPSY. ¡Yo no tengo nada oculto para los señores de la Facultad...! ¡Ah...! ¡Le recuerdo el precio de la lección...! ¡Es de tres mil francos mensuales, a lección por día...! LA SE

No encontrarías dificultades... No eran las siete de la mañana cuando el tío Griel, un ladino que tiene la costumbre de tratar los negocios al salir de la cama, vino a consultarme sobre la venta de su prado de Ognolles y me insinuó de paso que piensa dar a su hija cien mil francos de dote... y que la chica no detesta a los militares...

Tome usted 20 francos, y pague usted otros quince dias al amo de la fonda, para que la trate con cariño, ya que con dinero hay que ganar cariño en un pueblo que se llama cristiano. Tome usted otros 20 francos y déselos usted á la enferma, ó reténgalos usted misma, á fin de que Luisa tenga la asistencia que su estado reclama.

Y no crea que éste será de cincuenta mil francos; serán ochenta mil o cien mil, quizá más. Conozco la Bolsa a fondo, aunque nunca haya puesto los pies allí; y que se gana todo lo que se quiere con algunos millones en dinero contante y sonante. El papel del Estado es una admirable invención para los burgueses que quieren vivir modestamente y sin preocupaciones.

La pregunté si allí debia pagar, me contestó afirmativamente y me dió la vuelta de una moneda de diez francos. El almuerzo nos habia costado cinco francos y trece sueldos, próximamente once reales á cada uno, incluso una botella de vino.

Mi mujer me dijo: lo que nos han puesto no vale diez francos. Hazme el favor de no volver á entrar en ninguna fonda, ni restaurant, ni almacen, ni aún taberna que huela á cosa de Champeaux. Yo medité un momento camino de casa, y dije á mi mujer: No es Paris el bárbaro: los bárbaros somos nosotros.

Era bastante rica para no desear el aumento de su fortuna; hay poca diferencia entre un millón de beneficios y quinientos mil francos de renta; algunos caballos más en las caballerizas, algunos lacayos más a la entrada, no añaden casi nada a la felicidad del dueño. Lo que la había halagado durante algún tiempo, era un nombre ilustre que pasear por el mundo.

Compró para la anciana Clement y para la pequeña Rosalía, que ya era grande, dos títulos de renta de mil quinientos francos cada uno, los cuales le costaron setenta mil francos, casi lo que gastó Pablo en su primer año de libertad en París, por la señorita Lise Bruyère, del teatro del Palais-Royal.