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Actualizado: 23 de junio de 2025
Todo el club estaba reconcentrado en la sala del baccará. Miguel lamentó que Castro no estuviese en el Sporting. Hubieran charlado como en la tarde que Alicia logró asirse por primera vez á las alas de oro de la Quimera. Tal vez su ausencia era por orden de «la Generala». El también había venido aquí arrastrado por una mujer. Un sordo rumor llegó de la sala de juego.
La señorita Valeria ha heredado Villa-Rosa y varios centenares de miles de francos: todo lo que ganó ella una noche en el Sporting. En cuanto á Su Alteza... Le interrumpe el príncipe con un ademán.
Tenía reunidos otra vez treinta mil francos: ¡ó la gran ganancia ó nada! Prefería perderlo todo y acabar de una vez. Esta noche en el Sporting. No digas que no: te necesito. Tengo la corazonada de que esta noche va á ser decisiva para mí... y tal vez para ti. Colócate enfrente: que yo te vea. Acuérdate que en las tardes buenas tú estabas cerca.
Por suerte, Alteza, esta situación deshonrosa no durará. Tengo un medio... ¡un medio!... Olvidando el piano, las partituras y su degradación musical, se lanzó de golpe en el mundo de las quimeras. Conocía el secreto del grande hombre, de aquel griego que ganaba millones en el Sporting. Lo había sorprendido, con su propia malicia, después de sonsacar ciertos datos á un acompañante del personaje.
Si le pido cien mil, me los da lo mismo. ¡Y que sea tan desgraciada!... Ante los ojos interrogantes del profesor, continuó: Pues bien; de los veinte mil no quedan ni cien. Corrió en la misma noche al Sporting para repetir sus hazañas. Nunca se había visto con tanto capital, ni á la vuelta de su viaje de concertista por la América del Sur.
Palabra del Dia
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