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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Te advierto todo esto por si puedes hacer algo por esa pobrecita, que será capaz de entregarse atada de pies y manos al bribón de su marido, si no hay alguien que la aconseje. Si sirvo yo para algo, incluso para romperle un esternón a Jacobito...».

¡Vamos, Jacobito!... ¡Si conoceré yo a los cojos en el modo de andar!... Te digo... ¡Si sabré yo el lino que cardo, Jacobito!... Creo lo que quieras, pero yo... ¿Si querrán los pollos engañar a los recoveros?, pichón dorado... Mira niño: ni tienes vergüenza, ni yo tampoco; pero para ser pillo, lo primero que se necesita es talento, y cuando vas, ya estoy yo de vuelta. ¿Estamos?...

Descuida, hombre, descuida... ¿A quién voy yo a contar semejantes sandeces? Pues, buenas noches, Jacobito... Dispensa... Si ocurre algo, pega en el tabique... Yo tengo el sueño de un pájarrro; en eso parrrezco un viejo...

, porr cierrto... Pues lo que yo quiero exigir de él es que obligue a Elvira a acceder a mis pretensiones. ¿Perrro cuáles son tus pretensiones, Jacobito? preguntó el tío Frasquito muy alarmado. Una muy sencilla y muy cristiana... Reunirme con mi mujer y olvidar todo lo pasado.

Aquí se atascó Diógenes, y rascándose la nariz con el cabo de la pluma, quedóse perplejo, hasta que añadió por fin al encabezamiento esta reverente coleta: «...muy respetada: Mañana sale de aquí para esa el perillán de Jacobito Sabadell, que lleva las de Caín, pues trata nada menos que de intentar una reconciliación con su pobre mujer Elvira.

Miró entonces a la suela, y estaba esta limpia, flamante, como si jamás se hubiera puesto en contacto con el suelo, ni sufrido la presión de la más ligera golondrina... ¡Hum!... ¿Si resultaría después de todo que el tal Jacobito era un grandísimo embustero, que le había encajado una sarta de mentiras?...

¡Ay, Jesús, Jacobito!... ¡Porr Dios, dímelo!... ¿Qué pasa? exclamó el tío Frasquito muerto de susto. ¡Me has perdido!... ¡Me has perdido! repetía Jacobo. Y bajo la impresión del temor y el aturdimiento, confió con su impremeditación ordinaria al necio viejo, si no la parte más culpable, la más peligrosa, al menos, de la aventura de los masones.

El compás y la escuadra y la rramita de acacia en medio... ¡Torrrpe de ! ¡Si esto huele a logia que trasciende!... Jacobo se echó a reír forzadamente, y el tío Frasquito, con el ardor de un amateur que tropieza con una ganga, añadió entusiasmado: Pues me los vas a darr, Jacobito... De estos no tengo ninguno, y son curriosísimos... Supongo que no te servirán; a lo menos, uno me llevo...

El tío Frasquito asomó tímidamente la cabeza, diciendo: Jacobo, Jacobito..., dispensa... Me parrrece lo mejor que no digas nada de aquello... ¿Y qué es aquello? Pues hombre, aquello... Lo del gorrro, lo del incendio. ¡Ah, ya!, ni siquiera me acordaba. ¡Pues clarrro está! Es una tonterrría... Perrro ya ves; ¡la gente es tan necia!... Se rríe de todo y lo pone a uno en rridículo...

Y tan de veras... Porque siendo ella más rica que yo, no faltarán malas lenguas que atribuyan al interés mi vuelta a su lado... ¡Oh, no, no, Jacobito, porr Dios! ¡Porr Dios, Jacobito!... ¡Quien piense eso..., no te conoce! En fin, ya lo veremos... Lo que importa ahora es que yo me entienda con el padre Cifuentes. Pues si te parrrece, mañana irrremos. Sin falta.

Palabra del Dia

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