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Actualizado: 7 de junio de 2025
Basta ya de sahumerio, y ponte a hacer la cena. ¿Cuánto dinero tienes? ¿Qué quieres que te traiga?... ¡B'rrachona! no haber diniero... Llevarlo los embaixos, tú dormida. ¿Qué te traigo? murmuró la mujer negra tambaleándose y cerrando los ojos . Aguárdate un poquitín. Tengo sueño, Jai».
Sí... No haber más que un Dios, un Dios solo. ¿Y a mí, qué? Por mí que haigan dos o cuarenta, todos los que ellos mesmos quieran haberse... Pero di, gorrón, me has quitado la peseta. No me importa. Pa ti era. ¡Un Dios solo!». Y viéndole coger el palo, se puso la mujer en guardia, diciéndole: «Ea, no pegues, Jai.
Y él contestaba: Y en Veracruz velado. A ja jai, ¡qué regalo! Su monólogo constante era esta retahila de loro de puerto de mar: ¡A babor! ¡A estribor! ¡Buen viaje! ¡Buen pasaje! ¡Fuego! ¡Hurra, lorito! Yo encontraba en las palabras de aquel pajarraco verde un fondo de ironía que me molestaba.
Yo de Cebolla, en tierra de Talavera... y dime una cosa: ¿por qué esta gorrinaza de Pedrilla te llama a ti Jai? ¿Cuál es tu nombre en tu religión y en tu tierra cochina, con perdón? Llamarle mi Jai porque ser morito él dijo la trágica remedando su habla.
Otro día nos lo contará indicó Benina, que, aunque gustaba de oír aquellos entretenidos relatos, no quería detenerse más, recordando sus apremiantes quehaceres. Espérese, señora: ¿qué prisa tiene? le dijo la Diega . ¿A dónde irá usted que más valga? Otro día contar más indicó el ciego sonriendo . Mí ver mundo mocha. Estás cansadito, Jai.
Pedra se sentó, dando los buenos días, y la otra quedose en pie, sin alzar del suelo más que la cabeza de Almudena, en cuyos hombros dio fuertes palmetazos. «Tati quieta le dijo este enarbolando el palo. Cuidado con él, que es malo y traicionero... indicó la otra. Jai... ¿verdad que eres malo y pegar tú mí? Yo ero beno; tú mala, b'rracha. No lo digas, que se escandalizará la señora anciana.
Soltó la otra sonora carcajada, y llevándose la mano al pecho, quería arreglar el desorden que la mano inquieta de su compañero de vivienda había causado en aquella parte interesantísima de su persona. Tan torpe salía del sueño alcohólico, que no acertaba a poner cada cosa en su sitio, ni a cubrir las que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubran. «Jai, tú me has arregistrao.
Palabra del Dia
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