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Las hermanitas soltaron la carcajada. ¡Ay, qué hermana! ¡Siempre de tan buen humor! exclamó la superiora. , madre; me he casado hase un mes y tres días con este buen moso que ustedes ven delante... No tiene más que un defecto añadió, poniéndose triste , y es que es gallego... Pero no lo parese, ¿verdad?

Cuando les cae del sielo una peseta van al café, piden unas cañas y dan al moso un real de propina. An Barselona ningún moso puede tomar propina. ¿El café cuesta un real? Pues sa deja el real sobre el platillo y sa va... Esto de la propina lo tenía sobre el corazón. Era, en su concepto, uno de los vicios que roen el corazón de la sociedad contemporánea.

A la fuersa la quiere meté monha ese perro; pero ella no quiere, ¿sabéi ustedes? Le guta ese señorito, porque es un buen moso y tiene buen aquel..., ¡porque , vamo!, y se casará con él, ¡vaya si se casará!, y le dará al roío enano pol tal. ¡Que no vaya a la gloria si yo mesma no le ayudo!... Yo iba bastante avergonzado, y Gloria mucho más, como puede suponerse.

Una de ellas, la tía pescueza que decía Primo, vino hacia con una cañita, y se la bebió, diciendo: Por uté, güen moso. Luego se sentó a mi lado y emprendió mi conquista, sin lograr enternecerme. Sus redondeces excepcionales no me hacían efecto: me causaban asco.