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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Tenía los ojos fuera de sus órbitas, y todo su semblante era imagen del terror. Lo llamé por su nombre, me miró fijamente y fué su contestación una carcajada. CUENTO PARA NI
No le entiendo á usted dijo el mozo, trocando su sonrisa en expresión de sorpresa. Pues la cosa es bien sencilla añadió el mayorazgo: ¿no hay aquí agua?; ¿no hay azúcara?; ¿no hay rioja?... ¿Pues qué taberna de los demonios es ésta? Algo como carcajada estalló entre los concurrentes del café; y en seguida comenzaron los epigramas y los apóstrofes más cáusticos.
Las modas femeninas describíalas el cantor en términos extravagantes, que hacían reír a los payeses. El simple Pep reía también de estas burlas, que halagaban a la vez su orgullo de campesino y su soberbia de varón inclinado a no ver en la hembra más que una compañera de fatigas. «¡Verdad! ¡verdad!» Y unía su carcajada a la de los muchachos. ¡Qué Cantó tan gracioso!...
Al cabo soltó una carcajada. ¡Pero niña! ¿qué mosca te ha picado hoy? Ninguna. Lo único que te aseguro es que estamos hablando por última vez. Basta, basta dijo poniéndose grave de nuevo. No lo cacarees tanto, que aquí nadie te agarra del vestido. Vete cuando gustes, hija. Adiós.
De todo el grupo salió una carcajada espontánea que hizo volver la cabeza a los que estaban cerca. Fuentes quedó acortado un instante; pero como hombre de ingenio que era supo reponerse. Yo seré mono, Pepa, pero usted es monísima. ¡Bravo, Fuentes, bravo! exclamó Calderón, a quien, como hombre exclusivamente de debe y haber, causaba asombro cualquier frase oportuna.
Mejor dirías ordeno y mando dijo el conde soltando una carcajada. ¿Qué le parece a usted de la princesita? ¿Sabe o no sabe mandar? Yo me contenté con sonreír. La tía Tula prosiguió la joven, sin hacer caso te quiere mucho. Estoy segura de que hará lo que tú le aconsejes. ¡En seguida! ¡Si no la he visto hace un siglo! No importa.
Suéltase entonces la carcajada en el corrillo, y empiezan los comentarios sobre el viejo, sobre el sombrero, sobre la calva, sobre el frac verde. Nada causa más risa que la extrañeza y el enfado del pobre; sin embargo, nada más natural.
Nuevos murmullos y mayor ansiedad por ver la metempsícosis de aquel ángel exterminador. No se hizo esperar. Al cabo de pocos minutos la peluca y la careta volaban por el aire como encendido cometa. ¡Matalaosa! gritaron todos. Una inmensa carcajada sonó en el teatro. Mátala, no te descubras que te vas a constipar dijo uno desde la cazuela. Matalaosa se retiró avergonzado como su compañero Levita.
Instintivamente volví los ojos hacia la puerta. Entonces soltó una carcajada Neluco, y comprendí que no sabía yo llevar la broma con la frescura que el caso requería.
Al decir esto, la miraba con extraña y terrible fijeza, apretando con mano crispada una rama de la planta que tenía a su lado. Ventura recibió aquella mirada sin pestañear, con sorpresa más que con susto. Vaciló un instante, moviendo un poco los labios para contestar. Por último soltó una gran carcajada. ¡Ave María, qué barbaridad! Seamos serios, Ventura replicó el joven.
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