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Cuentan que iba a sus caballerizas a altas horas de la noche, provisto con una linterna y que colocaba en ellas muchas velas encendidas. Había llegado a no poder dormir, y se lo pasaba allí, haciendo chasquear el látigo y mirando los caballos. También se ha dicho que es un milagro que las caballerizas no quedaran reducidas a escombros, con los pobres animales encerrados en ellas.

Hubo un instante de silencio; después, con voz fuerte, Hullin prosiguió: Colon: vas a tomar el mando de los que queden, a excepción de los que forman la escolta de Catalina Lefèvre, que se quedarán conmigo. Irás a reunirte con Piorette, en el valle del Blanru, pasando por Dos Ríos. ¿Y las municiones? preguntó Marcos Divès. Yo he traído mi furgón dijo Jerónimo ; Colon puede utilizarlo.

Esos muros que cercan la ciudad, fortalecidos á trechos con gallardas torres, cilíndricas unas, cuadradas otras, y algunas ochavadas, fueron obra de muchos siglos, pero toda de sarracenos y cristianos; de los romanos quedarán quizá cimientos.

Como se puede ver, en este legajo consta perfectamente que después de vender su finca, bajo condiciones inesperadas, quedarán todavía usted y su hermana adeudando á los acreedores de su señor padre, la suma de cuarenta y cinco mil francos. Quedé verdaderamente aterrado con esta noticia, que excedía á mis más avanzados cálculos.

Siempre, naturalmente, que los millones no se quedaran todos en algunos bolsillos particulares... Hay muy poco dinero en España. Poco y malo. El primer tendero a quien le doy un duro lo coge y lo arroja diferentes veces sobre el mostrador con una violencia terrible. Yo hago votos para que, si no es de plata, sea, por lo menos, de un metal muy sólido, porque, si no, el tendero me lo romperá.

10 Y será que junto a él estarán pescadores; y desde En-gadi hasta En-eglaim será tendedero de redes, en su clase será su pescado como el pescado del gran mar, mucho en gran manera. 11 Sus charcos y sus lagunas no se sanarán; quedarán para salinas.

Si vuelven, que no volverán, se quedarán en la sala, y por nada de esta vida las dejaré entrar en la recámara. «No te inquietes ni te aflijas; si hay algo grave te escribiré para que vengas. Sarmiento me ha ofrecido decirme la verdad. Ayer le escribí a Linilla con unos músicos que fueron a San Sebastián a tocar en los oficios de la Semana Santa. ¡Qué Semana Santa voy a pasar, hijito!

Mi mujer contestó en castellano que no entendia; la otra la respondió en francés que no la comprendia tampoco, y despues de estas amigables explicaciones, ambas se miraron y movieron la cabeza, como si quedaran convencidas, sin embargo de que no habian comprendido una palabra. Se bailó muy bien; se cantó mejor; se tocó á las mil maravillas.

Estas se han de cortar de manera que quede hacia la punta todo lo tierno y pelarlos en agua caliente, y quedarán muy blancos y hanse de aderezar con la tripa del venado, salvo que no se han de tostar, sino cocerlos con un poco caldo, y sazonar con pimienta y jengibre, y échesele un poquito de manteca de vacas fresca, y con esto cuezan cosa de una hora; y no se ha de cuajar con huevos, ni se ha de echar género de verdura.

Las madres regañaban a los chicos porque sonaban sus pitos y sus panderetas, como temerosas de que a la hora precisa unos y otras se les quedaran mudos. Ofrecí mi brazo a la anciana. No, me contestó ¡voy mejor sola! Dáselo a la señorita.... Angelina no le rehusó, pero comprendí que le aceptaba por compromiso.