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Si sois hombres, ese merci tan blando, tan ficcioso, tan almibarado y melífluo, os convierte en damas, y os hace feos, porque no hay una cosa más fea que un hombre amadamado, y sobre todo, amadamado á la francesa.

«¡Diablo de señor melifluo y almibarado! pensó don Marcelo . Hay que reconocer que es alguienHabían entrado en el puesto de mando, vasta pieza que recibía la luz por una ventana horizontal de cuatro metros de ancho con sólo una altura de palmo y medio. Parecía el espacio abierto entre dos hojas de persiana. Debajo de ella se extendía una mesa de pino cargada de papeles, con varios taburetes.

Los curas, valga la verdad, también hablaban del suceso inopinado, como lo llamaba Mourelo. El ex-alcalde Foja se paseaba en medio del Arcediano, el ilustre Glocester, y del beneficiado don Custodio, el más almibarado presbítero de Vetusta. No solía el liberal usurero acompañarse de sotanas, pero aquella tarde había juntado a los tres enemigos del Magistral la importancia de los acontecimientos.

Porque D. Joaquín, cual fruto almibarado y sabroso con cáscara amarga, no bien quedó despojado por el amor y el arte de su mujer de la cáscara de usurero en que durante muchos años se había parapetado y escondido, apareció como el ser más tierno y angelical entre todos los seres humanos.

Comparito dijo otra voz dirigiéndose al orador ¿todo ese enfao es verdá o conversasión? Señores exclamó volviéndose a todos lados, un diarista almibarado, peli-crecido y amarillento estos escándalos no son propios de un pueblo culto. Aquí se viene a oír y no a gritar. Camaraíta preguntole con sorna un viejo chusco que allí cerca había eso que osté ha dicho ¿es jabla o rebuzno?

Las damas volvieron también sus rostros hacia él con curiosidad y respeto, y Pepa Frías se levantó para saludarle. Hasta el padre Ortega abandonó a su marquesa y se adelantó inclinado, sumiso, dirigiéndole un saludo almibarado, sonriéndole con sus ojos claros al través de los fuertes cristales de miope que gastaba.

Para el novicio o recluta de la sabiduría, ¿qué honra más superfina y disparatada que la de ser presentado y bien recibido, por ejemplo, en el año 1873 a que nos referimos, por el sabio Ernesto Renan o por el espiritualista Caro, almibarado filósofo y maestro de filosofía para las damas? ¿Y qué mayor encanto en el mismo año de 1873 que el de hablar con Víctor Hugo o con Flaubert que aún vivían?

Habiendo decididamente rehusado aquél servir de intermediario con Fabrice para que éste hiciera el retrato de la joven dama a la moda, ésta lo despidió después de una violenta escena, y aunque mandó llamarlo al día siguiente por medio de un almibarado billete, Pedro fue inexorable, por más que el barón Julio, completamente domesticado ya, se hubiese tomado personalmente el trabajo de llevar por mismo la misiva.

También a ... pero después que pasa la reconciliación respondió Pepa, cambiando miradas risueñas con Cobo Ramírez y Pinedo. ¡De qué buena gana me reconciliaría yo con usted, Mariana, del mismo modo que esos chicos! dijo en voz muy baja el almibarado general Patiño, aprovechando el momento en que la esposa de Calderón se inclinó para hurgar el fuego con un hierro niquelado.

Oyes, Miguelito, ¿quieres hacerme el favor de salirte a la sala? dijo a su sobrino en un tono almibarado, pero muy sospechoso. Miguel se apresuró a escapar del gabinete. No tardó en oír fuertes trastazos, acompañados de vivas interjecciones, paseos y un resuello lúgubre de malísimo agüero.