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Porque Mourelo andaba todavía a vueltas con el pobre Voltaire; de los modernos impíos sabía poco; algo de Renan y de algún apóstata español, pero nada más.

Tenía que hacerle ciertas preguntas que, no tratándose del Arcipreste, podrían ser peligrosas. Glocester había olido algo. «¿Cómo no se marchaba el Magistral? ¿Cómo sufría aquella jaqueca? No, pues él tampoco dejaba el puesto». Era el de Mourelo el más cordial enemigo que tenía el Provisor.

Entre tanto quiero esperarle. Estoy decidido a esperar. El cura de la parroquia no consiguió más que el Arcediano. De don Custodio no hay que hablar. Todos aquellos señores sacerdotes «estaban allí en ridículo», según opinión de Glocester. La verdad era que un color se les iba y otro se les venía. ¿Será esto un complot? dijo Mourelo al oído de don Custodio.

Bacón, ensayo de moral y de política; un tomo 4.º, 3 y 3,50 pesetas. =RODRIGUEZ MOURELO.= La Radiofonía. Estudio de una nueva propiedad de las radiaciones, con una carta de D. José Echegaray y prólogo de D. José Rodríguez Carracido; 1883, un tomo en 8.º, 4 y 4,50 pesetas.

El regente opinó, y con él toda la Territorial, que el señor Mourelo, arcediano, había estado a mayor altura que el señor Obispo. Esto cundió por las tertulias, corrillos y paseos, y cuantos pretendían pasar plaza de personas instruidas, lamentaron que no hubiera más fondo en los sermones del prelado, que no se preparase y que se prodigara tanto.

El primer disgustillo que tuvo De Pas aquel verano fue esta noticia, que le dieron en el coro, por la mañana. «Ha llegado Glocester». «No le temía, ni a él ni a nadie... ¡pero estaba tan cansado de luchar y aborrecer!». Mourelo se encontró con otros muchos murmuradores de refresco y con los de depósito que no estaban menos ganosos de romper el fuego contra el común enemigo.

Foja, Mourelo, don Custodio, por consejo de Mesía que habló con el ex-alcalde, desistieron de contrarrestar la poderosa corriente de la opinión, favorable hasta no poder más, a don Fermín. «Más valía esperar; ya pasaría aquella racha y volvería toda Vetusta a ver al milagroso don Fermín de Pas tal como era, en toda su horrible desnudez».

No importaba que Mourelo gritase en todas partes: Pero si no fue él, si fue un arranque espontáneo del ateo.... Si así hacen todos los espíritus fuertes cuando les llega su hora....

Como artículo de lujo se permite a las niñas que se rían a su gusto con los chistes del Arcediano, el diplomático señor Mourelo, alias Glocester. Suelta el buen mozo torcido una gracia babosa, las niñas la ríen, al papá se le cae la baba también ¡mísero Carraspique! y tutti contenti.

«Siempre sucedía lo mismo; había motivo para aborrecer a aquel hombre». Sin embargo, Mourelo, a fuer de canónigo de mundo, ocultó una vez más sus sentimientos y tendió la mano a su enemigo, acompañando la acción con una catarata de gritos guturales con que significaba su inmensa alegría. ¡Hola, hola, hola!... y daba palmaditas en el hombro al otro.