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Actualizado: 11 de septiembre de 2024


Cobo estuvo implacable: aprovechó todas las ocasiones que se ofrecieron para dirigirle indirectamente una pullita envenenada que causaba el regocijo de las niñas y hacía sonreír discretamente a las personas graves. Nadie en el mundo padeció más hambre y sed de justicia que Ramoncito en aquella ocasión. La llegada de un nuevo personaje puso fin o suspendió por lo menos su tormento.

Terminado el capítulo y comentado en los términos más lisonjeros para todos los presentes, Mariana volvió los ojos hacia su labor. Observó que iba a hacer falta un pedazo de seda para el forro, pues estaba a punto de terminarse. D.ª Esperanza, con quien comunicó este pensamiento, fué de la misma opinión. Ramoncito dijo la primera hágame el favor de oprimir ese botón.

Otro que tampoco se preocupaba poco ni mucho con la situación geográfica era Ramoncito, aunque por contrario modo. Esperancita estaba con él amabilísima, tal vez porque creyera con ello guardar mejor la ausencia a su prometido Pepe Castro. El concejal, ebrio, loco de alegría, no se apartaba de ella ni un milímetro más de lo que exige la decencia.

Concluyó por anudársele de tal suerte, que apenas se le entendía. Ramoncito se vió necesitado a tomarle el legajo y a continuar la lectura hasta el fin. Castro, en presencia de aquellas ridiculeces, ocultaba su sonrisa de hombre superior detrás de grandes bocanadas de humo.

Ramoncito se puso a contar en voz baja a Esperanza y a Paz que la noche anterior había sido presentado a la Tosti en su camerino. "Una mujer muy amable, muy fina. Le había recibido con una gracia y una amabilidad sorprendentes. Ya había oído hablar mucho de el, de Ramoncito, y tenía deseos vivos de conocerle personalmente.

Yo creo respondió Castro sin dejar de contemplar con atención el escaparate frente al cual estaban que esa niña te ha cogido la acción. Ramoncito le miró sorprendido y respetuoso a la vez. ¿Cómo la acción? se aventuró a preguntar. ; la acción. Lo importante, en cualquier combate, es coger la acción al contrario.

Y esto porque, aunque parezca raro, Ramoncito había llegado a interesarse de verdad por la niña. El amor pocas veces es un sentimiento simple. A menudo contribuyen formarle y darle vida otras pasiones, como la vanidad, la avaricia, la lujuria, la ambición. Así formado apenas se distingue del verdadero amor: inspira el mismo vigilante cuidado y causa las mismas zozobras y penas.

Una vez allí, antes de entrar celebraron consejillo. Ramoncito presentaba algunas dificultades. El era concejal y no podía "meterse en ruidos", máximo cuando las relaciones del Gobernador con el Ayuntamiento venían siendo un poco tirantes. Por su parte. Castro declaró lacónicamente que todo aquello era ridículo. Naturalmente, siendo ridículo ¿qué iba a hacer un hombre como él allí?

Así que, no nos atrevemos a asegurar que Ramoncito, en la primera etapa de su conversación con Esperancita, se mantuviese siempre del lado de acá de la elegancia. Hay algún fundamento para pensar que no fué así.

En cuanto él entró esparcióse por la habitación un perfume penetrante. ¡Jesús, qué peste!-exclamó por lo bajo Pepa Frías después de darle la mano-. ¡Qué afeminado es este Ramoncito! ¡Hola, barbián!-dijo el joven tomando de la barba con gran familiaridad a Pinedo-. ¿Qué te has hecho ayer? Pepe Castro ha preguntado por ti.... ¿Ha preguntado por Pepe Castro? ¡Tanto honor me confunde!

Palabra del Dia

jediael

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