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Actualizado: 16 de julio de 2025
Las tiendas estaban cerradas, no había estudiantes en la entrada de San Carlos, ni corros ante las tabernas, ni chicos jugando en las socavas de los árboles.
Las mujeres mal vestidas que salían a las puertas y los chicos derrotados y sucios que jugaban en la calle atraían sus miradas, porque la existencia tranquila, aunque fuese oscura y con estrecheces, le causaba envidia.
¡Mucho peor!... Figúrese usted que ayer vinieron dos chicos a mendigar a la puerta, y la señorita les dio pan y unos centavos y les hizo hablar.
Mira, Perico, guárdame un buen sitio esta noche dijo un joven que formaba parte del grupo; guárdame un puesto, que tengo que ir esta noche á primera hora al parador del Agujero á recibir unos amigos que vienen de Zaragoza. Y después añadió con misterio, dirigiéndose á otros dos ó tres que parecían amigos suyos: Buenos chicos aquellos chicos de Zaragoza, de que os he hablado. Esta noche llegan.
Componían el festín pedacitos de mazapán, pavos más chicos que pájaros y que se engullían de un solo bocado, filetes y besugos como almendras, un rico principio de cañamones y un pastel de alpiste á la canaria, albóndigas de miga de pan á la perdigona, fricasé de ojos de faisán en salsa de moras silvestres, ensalada de musgo, dulces riquísimos y frutas de todas clases, que los pericos habían cosechado en un tapiz donde estaban bordadas, siendo los melones como uvas y las uvas como lentejas.
Una hermosa cabellera rubia, que comenzaba a encanecer, la servía de diadema; la fisonomía era expresiva, casi picaresca; graciosa la boca, esbelto el talle y los pies chicos. Así debían ser aquellas damas de la corte de Versalles que compensaron la virtud que les faltó a fuerza de elegancia e ingenio.
A la caída del sol soltaban los muchachos su último cántico, dando gracias al Señor «porque les había asistido con sus luces», y recogía cada cual el saquillo de la comida, pues como las distancias en la huerta no eran poca cosa, los chicos salían por la mañana de sus barracas con provisiones para pasar el día en la escuela.
Deje usted, deje usted, a ver si Bautista dijo la Marquesa ... ¡demonio de chicos! Bautista no alcanza observó otra vez el Marqués . Otra escalera... que vayan a las cocheras.... Allí debe de haber.... Don Álvaro dio el tercer empujón.... Inútil. Miró hacia abajo como buscando modo de librarse de parte del peso.
El tapatan nang pasion por sí solo, da origen á una serie de reflexiones y observaciones que ocuparían muchas cuartillas. El sábado de gloria es animadísimo el ver por las calles de los pueblos de la provincia de Tayabas, á chicos, grandes y mujeres.
Dirigiendo una mirada hacia lo que fue, con la curiosidad y el interés propios de quien se observa, imagen confusa y borrosa, en el cuadro de las cosas pasadas, me veo jugando en la Caleta con otros chicos de mi edad poco más o menos.
Palabra del Dia
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