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Claro ejemplo de esto nos presta la indicada por su título al frente de este articulito. Don Pío Baroja, sin querer acaso, pensando en muchos libros extranjeros que sin duda ha leído, se ha puesto a escribir y ha escrito las aventuras de Silvestre Paradox, y ha renovado, como puede ser renovada en nuestros días, con diversos trajes, usos, costumbres y aficiones, nuestra antigua novela picaresca.

Es el dinero, ¡el maldito dinero! quien mata la parte más hermosa del soldado, el valor personal, la iniciativa, la originalidad, así como anula al obrero, convirtiendo su existencia en un infierno. El cadete escuchaba con atención a Gabriel, comprendiendo por primera vez que en las grandes potencias militares había algo más que las aficiones belicosas del monarca y el valor de los ejércitos.

Está nevando copiosamente y hace un frío intensísimo. La campiña se halla cubierta de nieve. Paso el rato leyendo a Tácito y otros historiadores de la antigüedad que tanto gustan a mi madre. Seguramente, que estas aficiones de mi madre debieron nacer a consecuencia de su trato con los filósofos y literatos que, en otro tiempo, frecuentaban sus salones.

Con el auxilio de esta luz, cuyo alcance no pasaba de la mesa, parecía distinguirse allá en lontananza, entre las sombras del fondo, dos grandes cuadros al óleo, un armario y un reloj de caja. Durante la cena, se habló largamente de las aficiones de don Recaredo, de sus ascendientes, de las peripecias del viaje, del tiempo..., de todo, menos de las elecciones.

Cada escuela podrá traducir este hecho á su modo, dejándose llevar de sus recuerdos, de sus aficiones ó de sus intereses; pero la existencia de aquel hecho, tan capitalmente trascendental, es indisputable. Voy á decir ahora dos palabras sobre los monumentos citados en el sumario de este dia, dando principio por el palacio de la Bolsa. Nada tengo que oponer acerca de la magnificencia del edificio.

Un hombre de facciones expansivas y despejadas, de ademan suelto; de trato festivo, casi epigramático; de palabra fácil, aguda, algunas veces armoniosa; de carácter sencillo en apariencia, doble en el fondo; ingénuo para los demás; trascendental para sus fines; liberal para todos; más liberal para mismo; ojo de águila; suspicacia de mercader; galantería de cortesano; pompa de noble, boato de banquero; esplendidez de favorito, magnificencia de monarca; griego en la fantasía; asiático en el gusto; sibarita en sus aficiones, en sus hábitos, en sus placeres; sobre todo, negociante en sus cálculos inspirados, vastísimos, fecundos, inagotables, geométricos; negociante en su increible actividad, en su audacia maravillosa; mago, hechicero, adivino, zahorí y alquimista, en materia de sacar oro de los carbones, ese es D. José Salamanca.

Rara vez las traía a casa de Osorio. Vino también la marquesa de Ujo, una mujer que había sido hermosa: ahora estaba demasiado marchita; lánguida como una americana, aunque era de Pamplona, algo romántica, presumiendo de incomprensible y con aficiones literarias.

El otro era de muy diversa condición y figura. Sus aficiones literarias le habían hecho amigo del poeta clásico que hemos conocido habitando en el olimpo de doña Leoncia, la semidiosa de la calle de la Gorguera. Tenía mucho ingenio, dotes de orador y periodista, pero muy poca instrucción y una ligereza invencible.

Sus aficiones le dirigían al paisaje; no había pintado más retratos que el de la duquesa de Montmorency y el de una de las infantitas de España; pero ahora sentía un vivo deseo, un capricho más bien, de retratar a Venturita tal cual la había visto por primera vez, con aquel traje azul marino descotado. La joven sintióse profundamente lisonjeada.

Su liberalidad era conocida y loada por toda la ciudad. No le arrastraba a jugar el ansia del dinero, sino una decidida y desinteresada vocación que se había sobrepuesto en él a todas las demás aficiones. Era el suyo un temperamento excesivamente activo, sin inteligencia ni voluntad para darle un fin serio y útil.