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23 Mas , oh Dios, los harás descender al pozo de la sepultura; los varones sanguinarios y engañadores no vivirán ni la mitad de sus días; pero yo confiaré en ti. 1 Al Vencedor: sobre la paloma silenciosa en paraje muy distante. Mictam de David, cuando los filisteos le prendieron en Gat. Ten misericordia de , oh Dios, porque me devoraría el hombre; me oprime combatiéndome cada día.

524 Al trote dentro del cerco, sudando, hambrientas, juriosas, desgreñadas y rotosas, de sol a sol se lo llevan: bailan aunque truene o llueva, cantando la mesma cosa. 525 el tiempo sigue su giro y nosotros, solitarios; de los indios sanguinarios no teníamos qué esperar; el que nos salvó al llegar era el más hospitalario.

Pero, como todo decae y pasa en este mundo, su miedo mismo fué al cabo debilitándose, pensando tal vez que los sanguinarios pensamientos de Peña se habían borrado igualmente con el tiempo. Poco a poco se fué familiarizando con el peligro.

Buenos Aires es tan poderosa en elementos de civilización europea, que concluirá al fin con educar a Rosas y contener sus instintos sanguinarios y bárbaros.

Mientras caminaban hacia la mansión de los Quiñones, el barón no cesó de vomitar injurias y amenazas de muerte contra la esposa del maestrante. Fray Diego procuraba inútilmente calmarle. Sus instintos sanguinarios se iban exacerbando de tal modo, que el ex-fraile, temiendo una catástrofe, se despidió al llegar a la puerta del palacio. El barón tiró de la campana.

Animaba tambien este Aquitofel á los sanguinarios enemigos con sus sazonados y agudos chistes. Y no ignorando el odio antiguo de los Brasileros, que aborrecen á los pastores de este rebaño, y para hartar tambien el suyo, se llamaba compañero de ellos, y se les ofrecia á correr la tierra, y recoger las cabezas de los PP. que cortasen las espadas vencedoras de Gomez Freire.

En cambio, sabe usar de las palabras y de las formas que satisfacen la exigencia de los indiferentes. Los salvajes, los sanguinarios, los pérfidos, inmundos unitarios, el sanguinario duque de Abrantes, el pérfido ministro del Brasil, ¡la federación!, ¡el sentimiento americano!, ¡el oro inmundo de Francia, las pretensiones inícuas de la Inglaterra, la conquista europea!

Había arrostrado el viaje por un océano de llanuras desiertas que se iba dilatando así como avanzaba la expedición; había dormido en ranchos cuyos techos derramaban insectos sanguinarios; había pasado á caballo por remolinos de tierra que la sacaban de la silla; había sufrido el tormento de la sed y del hambre en un extravío de ruta y pasado las noches á la intemperie, sin otra cama que el poncho y los arreos de la cabalgadura.

Empezaron a sonar tiros aquí y allá, demostrando que los conejos, que se habían propagado en progresión geométrica, sufrían la ley de represión descubierta por Malthus. Los viajeros que no tenían instintos sanguinarios se acomodaban buenamente sobre el musgo al borde de los precipicios, contemplando de hito en hito el horizonte, por donde solía cruzar la vela de algún barco.

Aquel hombre tenía algo de esa personalidad enigmática de los seres sanguinarios, de los asesinos y de los verdugos; su fama de cruel y de bárbaro se extendía por toda España.