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Actualizado: 20 de julio de 2025
¡Eh, compañeros! ¡Que soy un trabajador como vosotros! Las manos: a ver las manos rugieron algunos braceros, sin abatir sus armas amenazantes. Y por entre los embozos de la capa, aparecieron unas manos fuertes, cuadradas, con las uñas roídas por el trabajo. Uno tras otro, iban aquellos hombres acariciando las palmas, apreciando sus duricias. Tenía callos: era de los suyos.
Lo que pasó por el alma de Isagani era indescriptible: ira, celos, humillacion, resentimiento rugieron en su interior; hubo un momento en que deseó que el teatro se desplomase; tuvo ganas violentas de reir á carcajadas, de insultar á su amada, provocar á su rival, armar un escándalo, pero se contentó con sentarse lentamente y no dirigirla jamás la mirada.
Irguiéronse los dos al mismo tiempo, husmearon el espacio, y después de balancearse con cierto titubeo, rugieron, lanzándose viña abajo con un impulso arrollador que hacía saltar la tierra entre sus patas. Eran unos animales casi salvajes, de ojos de fuego y boca roja, erizada de dientes que daban frío.
Eran de los más feroces de la banda; hombres que sentían una impaciencia homicida, al ver que transcurrían las horas sin que corriese la sangre. Las manos; enséñanos las manos rugieron rodeándole, elevando sobre su cabeza las cuchillas cuadradas y relucientes. ¡Las manos! contestó de mal humor el joven, desembozándose. ¿Y por qué he de enseñarlas? No me da la gana.
Rugieron los instrumentos, y las parejas, poniéndose en movimiento al mismo tiempo, emprendieron la primera figura del rigodón. Bobart, preocupado con el doble conciliábulo que acababa de verificarse en el saloncillo, primero entre Herminia y Mauricio y después entre Mauricio y Roussel, en lugar de entrar en el salón de baile, se aventuró por el jardín en seguimiento de Fortunato.
¡Oooooh! ¡Uuuuh! rugieron los alegres compadres. ¡No hay que asustarse, señores! Fué en la mano solamente. Pero, así y todo, cuando se lo di, faltó poco para desmayarme. No sé qué influencia misteriosa ejerce sobre mí esa mujer, que el contacto de un dedo suyo me hace temblar.
Los cuatro desalmados rugieron con ira; pero el militar parecía resuelto á defender á Elías hasta el último trance. "Apartaos dijo. Este hombre está loco. ¿No conocéis que está loco? Que retire esas palabras dijo riendo siempre Calleja, que aun en la embriaguez blasonaba de usar con propiedad las formulas parlamentarias. ¿Qué rítire ni ritire?
Y era tal su gesto, que Fuentes levantó los hombros cual si repeliese toda responsabilidad, y le volvió la espalda, aloyándose poco a poco, con la certeza de ser necesario de un momento a otro. Gallardo extendió su trapo en la misma cabeza de la fiera, y ésta le acometió. Un pase. «¡Olé!», rugieron los entusiastas.
Y todos rugieron de entusiasmo, empinándose sobre la punta de los pies, queriendo pasar sobre los hombros del vecino, para saber quién era el vencedor.
Decidióse la gran contienda en la sangrienta batalla de Cadesiah, que duró dos dias y una noche, y durante la cual los Arabes rugieron como el leon del desierto. Fueron derrotados los Asirios, y en testimonio de su triunfo levantaron los Musulmanes junto á las ciudades de Madain y Clesifon saqueadas las dos poblaciones célebres de Bassorah y Kuffah.
Palabra del Dia
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