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Actualizado: 6 de julio de 2025
Si Fortunato sabe algo, cree algo, nos hundimos». Al dueño de la Cruz Roja se le prohibió oír los golpes que descargaba en la puerta todas las noches el borracho de don Santos. No se volvió a pensar en pedir auxilio a la autoridad. Se compró al sereno y se le dio orden de que evitara el ruido ante todo. Era inútil.
Y, sin embargo, si en ese instante Fortunato hubiese proferido una sola palabra afectuosa; si hubiera procurado hacer vibrar el corazón apasionado de la señorita Guichard, la hubiese hecho prorrumpir en sollozos, la hubiera obligado á pedir gracia y la hubiera permitido demostrar la verdadera ternura que sentía por él.
Don Fortunato no se mueve sin orden mía. No te fíes, es porque te cree infalible; pero el día que le hagan ver tus escándalos.... ¿Cómo ha de ver eso, madre? Bueno, ya me entiendes; creerlos como si los viera; ese día estamos perdidos; la malva, el polichinela, el borrego será un tigre, y del Provisorato te echa a la cárcel de corona. Madre... está usted exaltada... ve usted visiones.
Á fin de darle la triste noticia, fué á verle al colegio y quedó conmovido ante aquel rubillo que lloraba á lágrima viva, solo, enteramente solo ya, y sin otro apoyo que el de un extraño. Las palabras afectuosas que Fortunato no había encontrado para Clementina, acudieron á sus labios para Mauricio.
En varias ocasiones había sorprendido rondando su casa al primo Bobart, el confidente de Clementina, y hasta le había visto seguirle á París. El darle esquinazo no había sido más que un juego. Las robustas piernas de Fortunato habían burlado fácilmente el espionaje del antiguo abogado.
¿Ha venido aquí? preguntó Roussel con violenta angustia; ¿la has hecho entrar en mi casa? No; no ha venido; he hecho este retrato de memoria.... ¡De memoria! repitió Fortunato moviendo la cabeza. ¿Cuántas veces la has visto entonces? Dos veces. ¿Dónde?
No es esto ciertamente lo que la señorita Guichard esperaba; luego es preciso prevenirla." Fortunato atravesó el jardín con paso tranquilo y entró en el salón de baile; Bobart le siguió y al llegar á la puerta vió que llamaba á Mauricio y Herminia y les daba explicaciones que los jóvenes escuchaban con extraordinaria atención.
Se estremeció de alegría y haciendo un ademán de soberbia, contestó: ¡Es probable! Viene á capitular ... Bueno, ¡vamos á ver!.. Sustitúyeme con mis convidados y que nadie sospeche lo que aquí sucede. Vete tranquila. Abrió la puerta y alta la frente, firme la mirada, entró en la habitación donde esperaba Fortunato.
Yo continuó Fortunato les dije que no se apurasen; que habrías comido en casa de Carraspique, o en casa de Páez; como los dos están de días.... Y eso habrá sido, ¿verdad? ¿Con Carraspique habrás comido? ¡No, señor! ¿Con Páez? ¡No, señor! ¡Mi madre... mi madre me trata como a un niño! Te quiere tanto, la pobrecita... Pero esto es demasiado....
Por otra parte, acababa de ocurrir un hecho importante que llevaba á su existencia un elemento de interés que Fortunato no había jamás sospechado. Sin haberse casado, se convirtió en padre. Uno de sus amigos más queridos murió, dejando solo en el mundo á un niño de ocho años.
Palabra del Dia
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