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Actualizado: 6 de junio de 2025
Y para vencer toda vacilación en el ánimo del acobardado mancebo, aquella mujer, alma de demonio encarnada en la figura de un ángel, dió un salto como la pantera que se lanza sobre su presa y estampó un beso de fuego en los labios de Fortunato. La fascinación fué completa. Ese beso llevó a la sangre y a la conciencia del joven el contagio del crimen.
Necesitaba un cómplice, se acordó del plumario, y he aquí el secreto de su repentina coquetería para con Fortunato. Ahora volvamos al entresuelo. Entre los dos reconciliados amantes no hubo quejas ni recriminaciones, sino frases de amor.
Era el tal no el gallo de la Pasión, sino Fortunato , lo que se conoce por un pobre diablo, no mal empatillado y de buena cepa, como que pasaba por hijo natural del conde de Pozosdulces.
Mientras Clementina saltó de gozo, pues había sentido siempre resuelta inclinación por su primo, á quien se llamaba en su casa el bello Roussel, Fortunato torció el gesto, pues se sentía menos que medianamente predispuesto al matrimonio, por sus ideas generales acerca del santo lazo y mucho menos aún por su gusto particular hacia la señorita Guichard.
Pudo desde entonces desafiar á Roussel no sólo en el presente, sino también en el porvenir. La hija de la una valía por el hijo del otro. Pero, cosa singular, el corazón de Clementina no se fundió, como el de Fortunato, al calor de esta nueva afección. Amó á Herminia, no por la dicha de amar, sino porque le servía de aliada contra su enemigo.
El barón Roussel había constituído un mayorazgo de diez mil francos de renta y añadido á su título el nombre de la tierra de Pontournant. Su hijo, que en tiempo de Luis Felipe se había dedicado á la industria, creyó oportuno llamarse sencillamente Roussel, y Fortunato, continuador de los negocios y partícipe de los escrúpulos de su padre, dejaba en el olvido su título nobiliario.
Palabra del Dia
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