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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Y el alemán marchaba adelante, con el entusiasmo de un buen padre que se sacrifica por conquistar el pan de los suyos. Centenares de miles de cartas escritas por las familias con manos temblorosas seguían á la gran horda germánica en sus avances á través de las tierras invadidas. Desnoyers había oído la lectura de algunas de ellas, á la caída de la tarde, ante su castillo arruinado.

Hizo entonces una valiente protesta en que sacó a relucir sus leales opiniones alfonsinas, y mandando a un viejo empleado en la contaduría de la casa que guiase a sus habitaciones a aquellas gentes y presenciara el registro, retiróse dignamente a la sala de billar, seguida de sus doncellas como una reina de sus damas: allí hizo traer a los dos niños, Lilí y Paquito, y abrazándolos tiernamente y sentándolos en sus rodillas, parecía parodiar el triste grupo de la reina María Antonieta, refugiándose con sus hijos en un rincón de las Tullerías, invadidas por el populacho.

Acostumbrados a ver durante tanto tiempo cerrada la puerta del molino, las paredes y la plataforma invadidas por la hierba, creían ya extinguida la raza de los molineros, y encontrando buena la plaza, habíanla convertido en una especie de cuartel general, un centro de operaciones estratégicas, el molino de Jemmapes de los conejos.

Y cuando estas tempestades no son metafóricas; cuando real y verdaderamente despliega el mar todas sus furias, y no por excepción, sino constante y diariamente, va educando el mar en los pueblos que le ciñen y sin cesar le hostigan y provocan a desafío, una raza tan entera, tan indomable y tan bravía como los mismos huracanes, cuyo rugido acaricia su sueño; tan áspera como las puntas de la costa, sin cesar invadidas, salpicadas y agrietadas por la deshecha espuma; tan amarga y tan acentuadamente salina en la voz y en los ademanes, como que la comunicaron su penetrante acritud las ondas mismas; tan avezada a mirar la muerte de frente, que ni cabe en su ánimo el temor pueril, ni la alegría insensata, ni el fácil y liviano contentamiento, sino una cierta melancolía resignada, un cierto modo grave, llano y sereno de mirar las cosas de la vida como si fuese palestra continua, en que el brazo se fortifica y se dilata el pecho, y la batalla se acepta cuando viene, sin provocarla estérilmente.

Los últimos rayos del sol poniente franjaban de oro y de púrpura estos enormes turbantes formados por la niebla, parecían incendiar las nubes agrupadas en el horizonte, rielaban débiles en las aguas tranquilas del remoto lago, temblaban al retirarse de las llanuras invadidas ya por la sombra, y desaparecían después de iluminar con su última caricia la obscura cresta de aquella oleada de pórfido.

Compraba las mejores efigies que de ellas encontraba, y después de ponerles un rico marco, las colgaba de las paredes de su cuarto. Para hacerlo hubo necesidad de descolgar a Malec-Kadel y a otros varios guerreros de la Edad Media que las tenían invadidas.

El molino era conocido en el pueblo con el nombre de «el molino silenciosoLos muros se descascararon, las ruedas se pudrieron, las limpias aguas fueron invadidas por las hierbas; y cuando el Estado hizo un canal que desvió la corriente principal arriba de Marienfeld, el arroyuelo se convirtió en un foso fangoso. ¿Y Gertrudis?

Pocos años vísteis repentinamente invadidas las hermosas orillas del Guadalquivir por las formidables hordas de los Normandos, que sedientos de sangre y de botin, de incendio y destruccion, asestaron contra la opulenta Sevilla las proas de sus terribles dragones , asolaron la tierra de Sidonia y maltrataron la costa de Niebla. ¡Aquella que fué tribulacion grande!

En la ciudad de los Reyes dominaba un verdadero pánico; y las iglesias no sólo se hallaban invadidas por débiles mujeres, sino por hombres que, lejos de pensar en defender como bravos sus hogares, invocaban la protección divina contra los herejes holandeses.

Al mirar desde la cubierta la profundidad de sus bodegas, invadidas por el agua, se veía el portalón abierto en su flanco como la entrada de una caverna luminosa. Ferragut, mientras descargaban su buque bajo la vigilancia de Tòni, pasó los días en tierra, visitando la ciudad.

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