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Se proveían por entonces los pilotos de unas efemérides perpetuas de la declinación del sol, deducidas de las Tablas Alfonsinas, con las cuales y la altura meridiana calculaban la latitud con error que podía llegar á dos grados.

Entonces explanó Butrón su plan con todos sus pormenores... No se trataba de una asociación de señoras exclusivamente alfonsinas, mil veces lo había dicho y no se cansaría jamás de repetirlo.

Seis vocales: una carlista, bastante tonta; otra, radicala, de pocos alcances; y cuatro alfonsinas, de la Grandeza, del cogollito, honradas, por supuesto, listas y de arranque. Una secretaria literata. Una tesorera de alta banca.

«El de ocho sílabas es el más famoso, más antiguo, más natural y más comúnSarmiento, Memorias para la historia de la poesía española. Sarmiento cita cuatro párrafos de antiguas crónicas y de leyes alfonsinas, que, si bien escritas en prosa, son verdaderos romances. A la decidida De una corrida Fallé la serrana Fermosa, lozana E bien colorida.

En el asiento de enfrente, un rufián con sombrero de copa un poco ladeado y largas patillas postizas, parecía parodiar a cierto prócer famoso que en aquel tiempo hacía gran papel en las filas alfonsinas .

La concurrencia era numerosa, escogida y a propósito para secundar los planes del diplomático; mas notábase, sin embargo, un síntoma alarmante, una peligrosa falta de disciplina en la mesnada aristocrática, las alfonsinas de raza, pertenecientes, en su mayor parte, a familias de la Grandeza.

Parece, sin embargo, que prosiguieron sin interrupción las antiguas representaciones mencionadas en las leyes alfonsinas, pues existe una composición de mediados del siglo XIV, ó lo más tarde de fines del mismo, que pertenecía al parecer á esa clase, y estaba destinada á ser representada en las iglesias . Indica su título de Danza general de la muerte, en que entran todos los estados de gentes, que forma parte de la vasta literatura de las danzas de muertos, y es en verdad una de las más antiguas de cuantas existen en cualquier país ó idioma.

Porque ¿quién podía ser, en efecto, si la gran habilidad de las señoras alfonsinas había estado en desairar a la reina María Victoria, dejando vacante el cargo de camarera mayor, que exige como requisito indispensable la grandeza de España, y es de suyo tan alto y delicado que no recibe, sino presta autoridad a la persona misma de la reina?...

El ingenio del marqués de Butrón encargóse entonces de hallar remedio, y al frente de su brigada femenina acometió la empresa: imaginó, por de pronto, crear una asociación de señoras para socorrer a los heridos del Norte, que, difundida por toda España, había de allegar recursos de todos géneros para ser distribuidos abundantemente en el ejército a nombre de las señoras alfonsinas, preparando así los ánimos para secundar el movimiento .

Hizo entonces una valiente protesta en que sacó a relucir sus leales opiniones alfonsinas, y mandando a un viejo empleado en la contaduría de la casa que guiase a sus habitaciones a aquellas gentes y presenciara el registro, retiróse dignamente a la sala de billar, seguida de sus doncellas como una reina de sus damas: allí hizo traer a los dos niños, Lilí y Paquito, y abrazándolos tiernamente y sentándolos en sus rodillas, parecía parodiar el triste grupo de la reina María Antonieta, refugiándose con sus hijos en un rincón de las Tullerías, invadidas por el populacho.