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Como si fuera tan malo cuanto en la Península se produce, que nadie quisiese comprarlo sino por fuerza, entienden que, separada Cuba de España, no tendremos á quien vender. Los diecisiete y medio millones de españoles peninsulares, asegura el Sr. Merchán que estamos amenazados de miseria y de muerte si perdemos la clientela forzada de 1.200.000 blancos y 400.000 negros sus compatriotas.

Antes de anoche... madre mía... herí malamente á don Rodrigo Calderón. ¡! Y me ayudó don Francisco. ¡Cómo! ¡dos hombres contra uno! No; no, señora; dos contra dos. ¡Ah! No podía ser de otro modo... la verdad del caso es que don Francisco y yo estamos amenazados. ¡Amenazado ! Sabe Dios de qué, porque sabe Dios si morirá don Rodrigo. Pero, ¿por qué le heriste? Por miserable. ¡Por miserable!

Huyeron muchos á Francia por no apartarse de su lei; pero los que, por conservar sus haciendas i domicilios, se quedaron, que fueron unos treinta mil, viéndose compelidos con tormentos i otros rigorosisimos castigos, i á mas, amenazados con la muerte, se bautizaron, quedando judíos en el corazon, aunque cristianos en el nombre, como despues lo dijeron los sucesos.

Muchos habían preparado sus viajes tornando víveres, armas y buques a los usureros con un 80 por 100 de interés. Descubridores de pueblos que luego fueron célebres por sus riquezas se veían al regreso amenazados de pasar de la carabela a la cárcel. Los reyes tenían que intervenir con piadosas cédulas para amansar a los prestamistas, proponiendo arreglos.

Pero estamos amenazados de que el mejor día haga Frasquita averiguaciones, se plante aquí y nos arme la escandalera del siglo. Eso será lo que tase un sastre, porque si viene, del primer trastazo la dejo perniquebrá. no eres capaz de hacer tal cosa, porque, al fin y al cabo, se trata de mi señora. Te azvierto que de tres patás la espampirolo y te quedas más viudo que el marido de una difunta.

Habían afirmado en Sicilia la dinastía de Aragón, expulsando definitivamente á la dinastía francesa á fines del siglo XIII; pero los nuevos reyes ignoraban cómo mantener á esta milicia inocupada y temible, hasta que del seno de ella surgía un aventurero de genio, Roger de Flor, que la llevaba á Oriente al servicio de los emperadores de Bizancio, amenazados por las primeras agresiones de los turcos.

Los que debieran ser rocas De corazones impíos Á los embates, ¿qué oponen, Siendo culpa lo indeciso, Á riesgos amenazados Temores ejecutivos? Sabiendo que á nuestro padre Prometió Dios que á sus hijos No faltaría el sustento, ¿Incurren en un delito Tan grande como el pensar Que pueda lo que Dios dijo Faltar? Con el fervor echa llama Por los ojos.

La situación de los moriscos que residían en Sevilla al terminar el siglo XVI era en verdad comprometida y en muchas ocasiones fueron tratados con la mayor crueldad por las autoridades y por el mismo pueblo. Mas como si fuesen pocos los castigos que se les imponían por la Inquisición y por otras autoridades, en el año de 1600 se vieron amenazados de un peligro que á todos ellos podía pesarle.

Como toda curiosidad pública vivamente excitada, no se satisfizo aquélla completamente, pues para que Ben-Farding no sufriese con la luz del día la impresión dolorosa de que estaban amenazados unos ojos como los suyos, que tantos años habían estado sepultados en las obscuridades de aquellos subterráneos, habían enratonado o empastelado su persona en un alcartaz o cucurucho de papel de figura piramidal, bordadas en él algunas flores con puntas de alfileres, para que por tan leves hendiduras pudiese respirar aquel loco empapelado.

Protegidos así, los márgenes, amenazados por la violencia del líquido elemento, se mantienen durante años y siglos mientras que, desprovistos de vegetación, cambiarían constantemente. No obstante, el tiempo hace siempre su obra.