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Actualizado: 24 de junio de 2025


Empezaba á pesarle la autoridad de su esposa. ¿De qué le servía haber llegado á héroe nacional, si Guadalupe le inspiraba un miedo superior á su voluntad? No valía la pena haber hecho una revolución para verse privado de realizar sus gustos.

Los muebles no guardaban estilo ni orden ni concierto, y en cada uno de ellos y en el conjunto de lo que contenía todo el salón, y en el salón mismo, se echaba muy de menos la huella de la hábil mano de la «señora de su casa», que faltaba en aquélla por no haberla necesitado aún su dueño para arrojar la cruz de su soledad, que no debía pesarle mucho.

Decídase usted, joven; entregúeme a su prisionero y le respondo de que no ha de pesarle. Me miró con burlona sonrisa, pero de repente se me acercó y dijo: Estoy desarmado y el amigo Sarto podría despacharme de un balazo con la mayor facilidad. Nada tema le dije. Demasiado lo , por desgracia replicó. Oiga usted. Tiempo atrás le hice una oferta en nombre del Duque...

La situación de los moriscos que residían en Sevilla al terminar el siglo XVI era en verdad comprometida y en muchas ocasiones fueron tratados con la mayor crueldad por las autoridades y por el mismo pueblo. Mas como si fuesen pocos los castigos que se les imponían por la Inquisición y por otras autoridades, en el año de 1600 se vieron amenazados de un peligro que á todos ellos podía pesarle.

La esposa no dio muestras de pesarle de la burla; antes, oyendo decir que aquel casamiento, por haber sido engañoso, no había de ser valedero, dijo que ella le confirmaba de nuevo; de lo cual coligieron todos que de consentimiento y sabiduría de los dos se había trazado aquel caso, de lo que quedó Camacho y sus valedores tan corridos que remitieron su venganza a las manos, y, desenvainando muchas espadas, arremetieron a Basilio, en cuyo favor en un instante se desenvainaron casi otras tantas.

Esto sería ridículo por varios motivos; porque haría sospechar que era un celoso desconfiado, lo cual redundaría en menosprecio tuyo, o porque haría presumir que era un hombre incapaz, baldío, que no tenía negocios en qué emplearse; pero, en fin, aun cuando tu marido fuera a menudo a mi casa, doy por cierto que, lejos de pesarle, se alegraría. Allí van no pocos sujetos de su posición.

En el club, en el teatro, allí donde iba, las gentes hablaban de compras de tierras, de ventas, de negocios rápidos con el provecho triplicado, de liquidaciones portentosas. Empezaban á pesarle las sumas que guardaba inactivas en los Bancos. Acabaría por mezclarse en alguna especulación, como el jugador que no puede ver la ruleta sin llevar la mano al bolsillo.

Los otros padrinos debían haberlo contado todo. ¡Qué de comentarios! Y el miedo á encontrarse con las gentes, que sin duda repetían su nombre á todas horas, le hizo permanecer recluído, esperando que le olvidasen. Alguien perdería ó ganaría en el Casino una suma importante, y esto bastaba para que los curiosos dejasen de hablar de él. Empezó á pesarle la soledad como un suplicio.

Palabra del Dia

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